martes, 9 de octubre de 2012

La guerra fría

Queridos Estudiantes:

Aquí está el texto ofrecido



I.- La Guerra fría
La Segunda Guerra Mundial concluyó en 1945 con la explosión de dos bombas atómicas sobre dos poblaciones civiles japonesas: Hiroshima y Nagasaki.
El horror que eso representó se sumó a los demás horrores vividos durante la contienda. Así, se reforzaron los ideales que pretendían no solamente que no se volvieran a repetir episodios como los que provocaron el racismo, el colonialismo y la sinrazón. Esa fue la esperanza al crearse la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y proclamarse la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero del plato a la boca se cae la sopa... Ese ideal de convivencia igualitaria, de respeto a los seres humanos, de igualdad ante la vida, se enfrentaría entonces (como se ha enfrentado desde la remota antigüedad) a intereses políticos y económicos que provocan desde pesimismo y cansancio en un extremo, y creatividad y nuevas búsquedas en el otro, sin olvidar desorientación y desencanto, o enjundia ante el reto que se presenta a las nuevas generaciones.
El bando triunfador de la Segunda Guerra fue el de los Aliados (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Sin embargo, los aliados no lo eran tanto, pues esos países tenían sistemas económicos muy diferentes, de hecho contrapuestos: la Unión Soviética era el único país socialista en el mundo, mientras que los demás sostenían el sistema capitalista.
La Unión Soviética pagó el costo no solamente de su liberación ante la invasión nazi, sino que en un poderoso contraataque se lanzó hacia Alemania, y en su camino liberó otros territorios que también habían sido invadidos. Ocupó Berlín y su gran ejército quedó ocupando los países entre ese punto y su propia frontera, es decir, la Europa oriental.
Los Aliados acordaron que se realizarían elecciones libres en esos países, pero lo cierto es que los partidarios del socialismo contaban con el apoyo del ejército rojo y, en los meses siguientes, resultaron ganadores de esas votaciones. Adoptaron el sistema socialista todos ellos: Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria y Albania conformaron, capitaneadas por la Unión Soviética, un conjunto con el proyecto de extender el socialismo por todo el mundo. Ese conjunto de países fue conocido como el “Bloque socialista” o Bloque comunista, que se enfrentaba al Bloque capitalista, que era encabezado por Estados Unidos, que surge entonces como el país más poderoso del mundo.
El enfrentamiento entre esos dos bloques, entre esos dos sistemas políticos y económicos, es conocido como la Guerra fría.

Mapa

A pesar del nombre que significa que en realidad no hubo una guerra declarada, pues todo el mundo temía que se pudiera producir una tercera guerra mundial, lo cierto es que esos dos bloques se enfrentaron en diversos episodios en países específicos y en su propio territorio cada uno, reprimiendo a los que consideraban enemigos, por representar o hasta por ser sospechosos de simpatizar con el bloque contrapuesto.
El líder británico Winston Churchil declaró que se había construido una “cortina de hierro” que separaba a la Europa Oriental de la supuesta democracia occidental, donde pretendidamente campeaba la libertad.
Por ejemplo, en Turquía y en Grecia también se presentó la posibilidad de que triunfaran en sus respectivas elecciones partidos comunistas. Esto no fue permitido, en medio de sangrientas represiones, por la intervención del bloque capitalista, a través de agentes y simpatizantes en esos mismos países.
Otro ejemplo de este enfrentamiento fue la división de la propia Alemania, con su capital Berlín, donde el régimen comunista de Alemania Oriental impidió siquiera el trato con Alemania Occidental, y reprimió con cárcel o la muerte a cualquiera que detuvo en el intento de cruzar la frontera prohibida.
Este contexto –el de la Guerra Fría– marcó todos los aspectos de la vida entre 1945 y 1989, esta última fecha simbólica en que fue demolido el muro que separaba los dos Berlines.
Así pues, el enfrentamiento entre los dos bloques se manifestó no solamente en aspectos políticos y militares, sino también en el terreno cultural y deportivo, pues cada bando pretendía mostrar su superioridad ante su enemigo. Al mismo tiempo, se minusvaloriza al contrario, incluso en terrenos artísticos o intelectuales, con el absurdo argumento de ser “comunista” o ser “capitalista”. Así, por ejemplo, la música de rock and roll era considerada una degeneración en los países comunistas, lo que la convertía en una prohibición para los jóvenes de aquellos rumbos que sólo oían estas composiciones en discos de contrabando, con gran peligro de ser reprimidos ellos y sus familias. Otro ejemplo de este absurdo fue la negativa a reconocer que un lingüista ruso, Yuri Korónosov, había descifrado desde los años 50 la escritura maya, simplemente por ser socialista; fue hasta los años 90 cuando sus aportes fueron rescatados y ahora se puede ya leer la gran herencia de esta cultura.

Al borde del abismo
Otra de los fenómenos sociales que ocurren tras la Segunda Guerra Mundial es la ampliación de movimientos independentistas de diversas colonias o posesiones de países europeos y de Japón, en particular en Asia y África. Otros países, sin ser totalmente colonias, están sometidos por lo menos parte de su territorio, al dominio de esos países de Europa y Japón, como es el caso de China.
Varios de estos movimientos independentistas (por no decir todos), incluyen entre sus militantes a seguidores de la ideología comunista. Algunos obtienen triunfos, como los de la India y Egipto, si bien las potencias colonialistas imponen condiciones acerca de las formas de gobierno de los nuevos países, manteniéndolos dentro de la órbita capitalista. En otros, como en China, los comunistas de este país logran triunfar en una guerra, primero por la liberación de su territorio a manos japonesas, y luego contra una corriente nacionalista contraria a la tendencia socialista. El líder de este movimiento fue Mao Tse-Tung.
De esa manera, una cuarta parte de la humanidad, la población de China, pasa a fortalecer al bando comunista. Eso era el límite que Estados Unidos podía admitir.
Entonces, cuando en la pequeña Corea se plantea la independencia de Japón, inmediatamente surgen dos bandos opuestos que pretenden imponerse dividiendo al país en dos: al norte, apoyados por los ejércitos soviéticos y chino, obviamente comunistas, y al sur, un proyecto de país apoyado por Estados Unidos. Los intentos diplomáticos por lograr una solución fracasan y entre 1950 y 1953 se produce una guerra terrible, en la que participan “voluntarios” chinos –más de 500 mil hombres–, y soldados norteamericanos –unos 100 mil–, con el riesgo constante de que ese conflicto fuera el inicio de una tercera guerra, o de que Estados Unidos lanzara una bomba atómica sobre aquel territorio. Tal vez uno de los factores para que esto no ocurriera fue que ya para 1949 la Unión Soviética había logrado concluir su propia bomba atómica, dejando en este terreno en un equilibrio a ambos bloques.
La guerra de Corea concluye con una división salomónica, que a nadie dejó satisfecho y que ha sido constante fuente de conflictos aún en el presente: se crearon dos países, Corea del Norte, con un régimen comunista, y Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos.

Sorpresivamente para Estados Unidos, en 1959 triunfó en Cuba un movimiento democrático, que luego se transformó en socialista, sobre una dictadura que había surgido en 1952 apoyada por Estados Unidos, al mando de Fulgencio Batista, quien había alcanzado el poder mediante un golpe de Estado sobre un gobierno democrático y de tendencia izquierdista.
El líder cubano Fidel Castro adoptó una serie de medidas económicas que no fueron admitidas por Estados Unidos, como la repartición de la propiedad agraria y la expropiación de las grandes empresas azucareras. Utilizando a cubanos descontentos con el régimen castrista, pero con apoyo militar, político y económico del gobierno estadunidense, se inició una serie de ataques y sabotajes a la economía cubana, que representaron muertes y destrucción. En estos sabotajes participó también la Agencia de Inteligencia estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés).
En 1960, Washington redujo drásticamente la compra de azúcar cubano en el mercado estadunidense, y la reacción cubana fue la nacionalización de todas las empresas estadunidenses, mientras que la Unión Soviética apareció en el panorama del continente americano, apoyando económicamente a Cuba, aún sin necesitar la compra del dulce.
Ese mismo año de 1960, desde Estados Unidos se organizó un invasión a la isla bella. Los agresores estaban perfectamente armados y entrenados, pero fueron detenidos por los milicainos cubanos. La ola de indignación por la desproporción del ataque y el riesgo que implicaba hizo crecer a nivel mundial la simpatía hacia Cuba, un pequeño país que lucha por su autodeterminación. Esa simpatía se expresó principalmente en América Latina, donde surgieron grupos seguidores del movimiento castrista. Sobre la cresta de esa ola, Castro proclamó la república democrática socialista.
En octubre de 1962 la Unión Soviética instaló varios cohetes con cargas nucleares en territorio cubano, que apuntaban hacia Estados Unidos. Detectados por Estados Unidos –que constantemente realizaba vuelos de observación con aviones espías sobre territorios de sus enemigos políticos–, los cohetes dieron motivo a una crisis así llamada: la crisis de los cohetes, que puso al mundo nuevamente al borde de una guerra mundial, pues así lo declaró el presidente estadunidense, John F. Kennedy, quien organizó entonces el bloqueo a la isla.
El asunto se resolvió en diálogo directo entre Washington y Moscú, sin consultar a La Habana, aceptando el desmantelamiento de las bases de cohetes, a cambio de la promesa de Kennedy de no invadir Cuba.
No obstante el roce que esta situación produjo, las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética continuaron siendo el principal apoyo de la isla, y representaron el enfrentamiento entre los dos bloques en América Latina.

Finalmente, en esta breve selección de acontecimientos que marcaron los riesgos extremos de la Guerra Fría, nos referiremos a la Guerra de Vietnam.
En este pequeño país del sureste asiático, la lucha emancipadora se remonta a comienzos del siglo XX, contra el dominio francés. Tomado por Japón durante la Segunda Guerra, los líderes nacionalistas de Viet Nam, encabezados por el comunista Ho Chi-Minh, se aproximaron a los Aliados. No obstante, Francia pretendió mantener su colonia y para 1946 se reinicia una guerra de liberación. Para 1954, las tropas vietnamitas, comandadas por el general Nguyen Giap, derrotaron a las francesas y se firmó un armisticio, que dividió provisionalmente el país en dos estados separados: la República Democrática del Vietnam, al norte, (comunista) y la República de Vietnam, al sur, respaldada por Estados Unidos. Para 1960, el gobierno de Vietnam del Norte consideró la liberación del sur un objetivo tan importante como la construcción del socialismo en el norte e inició una lucha en la que intervino Estados Unidos en respaldo del gobierno sureño.
La intervención estadunidense comenzó como apoyo financiero y continuó como “asesoría militar” y la organización de un golpe de Estado en Viet Nam del sur para colocar gobiernos a modo; pasó luego a proporcionar el apoyo de su fuerza aérea mediante bombardeos sistemáticos a territorio y fuerzas dominadas por Viet Nam del norte (1965), y después a la intervención directa de soldados estadunidenses en suelo indochino.
La ofensiva vietnamita sobre los invasores estadunidenses en 1968 obligó a la suspensión de los bombardeos en el norte y a fines de 1972 y principio de 1973 al retiro de las tropas estadunidenses. Un acuerdo de paz firmado en París abandonó a su suerte al gobierno títere del sur y la reunificación, bajo dominio comunista se alcanzó en 1975.
Es obvio mencionar que la ofensiva comunista contó siempre con los apoyos chino y soviético principalmente en armas y otros implementos para sostener la guerra.


En el interior del monstruo
La lucha entre los bloques socialista y comunista no se limitó a territorios ajenos a Estados Unidos y la Unión Soviética, como los que mencionamos en el apartado anterior. Dentro de cada uno de estos países y en los de sus aliados directos se mantuvieron políticas de persecusión a cualquier opositor a los respectivos sistemas: Moscú reprimía a quienes consideraba agentes del imperialismo norteamericano, o sospechosos de serlo, mientras que Washington atacaba a los supuestos o verdaderos simpatizantes del poder rojo. En ambos países, se llegó a utilizar como insulto y anatema el ser considerado miembro del bando contrario.
En Estados Unidos, a partir de 1948 se creó un comité en el Congreso (senadores y diputados) llamado Comité de Actividades Antinorteamericanas, que durante 30 años elaboró expedientes en que no solamente investigó –y envió a la cárcel– a decenas de personas, sospechosas de ser o verdaderamente ser miembros del Partido Comunista de Estados Unidos, sino que también acosó con sus “exámenes ideológicos” a diversos productos artísticos, como novelas y sobre todo películas de cine. Este Comité, por ejemplo, puso en la cárcel al escritor de novelas policiacas Dashell Hamett, y forzó al gran actor Charles Chaplin a huir de Estados Unidos ante esa persecusión. El Comité de Actvidades Antinorteamericanas elaboró también una lista negra en la que quedaron marcados profesionistas que no pudieron encontrar trabajo durante años, debido a su inclinación ideológica.
El personaje más destacado de este Comité fue el senador Joseph McCarty. Debido a ello, la persecusión irracional e incluso ridícula al comunismo se llamó entonces y se llama ahora macartismo.
Por supuesto todos los empleados federales fueron investigados o espiados, lo que permitió la violación a toda clase de derechos civiles de miles de ciudadanos norteamericanos. Se estaba en peligro de ser perseguido simplemente por haber donado recursos a alguna organización caritativa sospechosa, o por conocer a alguien que lo hubiera hecho. Todo mundo debía tener cuidado con sus relaciones, con los lugares que visitaba, con las personas que frecuentaba, a quiénes contrataba.
Se llegó a aplicar la pena de muerte, como a los Rosenberg, señor y señora, quienes fueron acusados en 1951 de ser espías en favor de la Unión Soviética y procesados desde luego por traición.
Posteriormente, movimientos sociales como el de los negros en demanda de sus derechos civiles, fueron catalogados de “comunistas” o “blocheviques”.
Pero en el campo soviético también se tostaban las habas. A pesar de la muerte del líder José Stalin, campeón de la represión a cualquier tipo de oposición, ocurrida en 1953, su sucesor Nikita Jrushev mantuvo la persecusión a artistas e intelectuales que pudieran asumir siquiera una posición independiente. Son conocidos los casos de los escritores Solyenitzin y .... (Dr. Zhivago), quienes fueron relegados a pueblos remotos o a sanatorios para enfermos mentales, por atreverse a adoptar posturas disidentes.
Solamente existe un partido (el comunista, desde luego); los medios de comunicación, pertenecientes al gobierno, son censurados; la producción artística es sometida a los criterios políticos de una burocracia todopoderosa; todos los ciudadanos son vigilados y sus conversaciones escuchadas...
En los países bajo la influencia comunista, la represión también fue dura. El líder Yugoslavo, Yosif Bros Tito, fue expulsado desde 1948 de la organización internacional comunista, por mantener una postura independiente ante el liderazgo soviético. Ese mismo año, ante un movimiento democrático en Hungría, el ejército soviético interviene para reprimirlo. En 1968 una serie de reformas democráticas en Checoslovaquia dan pie tambien a la intervención militar soviética para detenerlas por la fuerza.


Las venas abiertas de América Latina I
En el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos intervino en diversas ocasiones en otros países para derrocar gobiernos que pudieran engrosar las huestes del campo socialista –como ya hemos mencionado en cuanto a sus intervenciones militares directas. Pero además intervino de manera oculta a través de la CIA y otros agentes para apoyar movimientos y políticos simpatizantes, y para llegar incluso al asesinato de líderes comunistas. Así ocurrió con el líder comunista Patricio Lumumba, de Argelia, o el gobierno prosoviético de Mohammed Mosadej, de Irán, que había nacionalizado el petróleo en aquel país árabe.
En América Latina, el gobierno electo en Guatemala de Jacobo Arbens, de tendencia izquierdista, fue derrocado en 1954 por un golpe de Estado patrocinado por la CIA. El régimen que se instaló entonces, a pesar de su inestabilidad, prevaleció hasta el fin de la Guerra Fría. Las represiones de los gobiernos pronorteamericanos se iniciaron con medidas impuestas por el coronel Carlos Castillo Armas, quien disolvió las organizaciones laborales y los partidos políticos, dejó sin empleo a todos los maestros y funcionarios comunistas o comunizantes, declaró personas no gratas a exiliados españoles que habían hiído del franquismo, y suspendió las expropiaciones de propiedades extranjeras. Así, devolvió a la United Fruit tierras expropiadas y gobiernó dictatorialmente afectando sobre todo a la población indígena.
En este país centroamericano surgió desde entonces un movimiento guerrillero, apoyado desde luego por la Unión Soviética, China e incluso Corea del Norte.
Otra de las violentas intervenciones de Estados Unidos en América Latina fue la invasión militar directa, en 1965, a la República Dominicana, para impedir la llegada al poder del coronel Francisco Caamaño Deñó, de ideología liberal, pero enfrentado a los regímenes proclives a Washington. A pesar de que Caamaño fue electo mayoritariamente en elecciones posteriores, la intervención militar impuso a una junta militar encabezada por el general Imbert Barrera. Las tropas estadunidenses se retiraron después de haber logrado sus objetivos.


La generación de los 60
Para esa década de los años 60, comenzaba a irrumpir en la vida social una nueva generación de jóvenes que había vivido toda su experiencia rodeada de este contexto: la guerra fría.
La intolerancia que caracterizaba las posturas políticas se traducía hacia las relaciones institucionales, académicas por ejemplo, y las relaciones familiares, donde predominaba el autoritarismo entre la mayoría de los padres y autoridades.
De manera lógica surgió una reacción juvenil de rebeldía, que proclamaba su libertad y su crítica al autoritarismo y la intolerancia. En esas décadas se formó una cultura juvenil precisa, identificada por su propia música, su forma de vestir y su liberalismo sexual. No fue ajena a esta transformación la aparición en el mercado de métodos anticonceptivos más seguros, en particular la píldora anticonceptiva. Fue la época de auge del rock and roll, del movimiento hippie y de los primeros movimientos feministas que buscaban una igualdad más allá que el derecho al voto.
No fue extraño, entonces, que se produjeran movimientos estudiantiles, es decir, de los jóvenes de esta generación sesentera más ilustrados, más pensantes, que con diversos motivos reclamaban mayores espacios democráticos y criticaban la intolerancia de los mayores. Estos movimientos tuvieron un momento incandescente en 1968, cuando en diversas partes del mundo, en las ciudades más importantes, los jóvenes salieron a las calles a reclamar diversos objetivos, pero unificados todos ellos por la búsqueda de un mundo mejor, más igualitario, menos violento. En Estados Unidos, por ejemplo, el movimiento estudiantil se expresó en contra de la conscripción forzosa para participar en la guerra de Vietnam; personajes públicos, como el boxeador Mohammed Alí fueron incluso a la cárcel, por negarse a participar en la guerra y las manifestaciones estudiantiles coparon muchas de las universidades gringas.
Otros movimientos similares se produjeron, con demandas particulares, en Francia, en Argentina, Inglaterra, e incluso países socialistas como Checoslovaquia.
México fue uno de esos países en que la juventud de ese momento protagonizó un proceso que marcaría un hito en la historia. Muchas personas recuerdan a este movimiento, que se produjo durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, por la represión que se efectuó el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Sin embargo, este movimiento tiene importancia no solamente por la indignación que puede provocar un suceso de esta naturaleza, sino principalmente por los cambios políticos y sociales que generó. Asimismo, hay que destacar que el movimiento duró poco más de nueve inquietantes semanas, y que no se reduce a los acontecimientos de ese trágico y lluvioso día de octubre.
Podría resumirse que el movimiento se inicia en protesta por una desmedida represión gubernamental a grupos de estudiantes y profesores que participaron en una riña. La ley entonces permitía que el gobierno procesara a personas acusadas de provocar inquietud o alteración a la paz, al configurar el delito de “disolución social”. Para ese 1968 permanecían encarcelados –algunos desde muchos años antes– algunos líderes de trabajadores o de movimientos disidentes, precisamente sentenciados por ese delito. Pronto los acompañaron en la cárcel jóvenes estudiantes.
La represión, en lugar de aplacar el movimiento lo atizó. Así se produjeron varias memorables manifestaciones que también modificaron la exclusividad de la movilización masiva, que estaba permitida únicamente para expresiones de agradecimiento al presidente o candidato en turno.
Los estudiantes obtuvieron apoyo de muchos profesores y autoridades académicas, así como de amplios sectores de la población, e incluso de algunos sindicatos, como el Sindicato Mexicano de Electricistas y grupos de ferrocarrileros. Desde luego, el movimiento estudiantil fue considerado por el gobierno de ser manipulado por “intereses comunistas”, en específico por agentes soviéticos.
El gobierno mantuvo su postura represiva y reprimió sangrientamente una concentración inerme el 2 de octubre. Se dijo entonces que hubo cientos de muertos, aunque hasta el momento sólo se han documentado 22 casos fatales. Los heridos sí se contaron por cientos.
Horrorizada la sociedad, golpeado el movimiento estudiantil, la represión continuó: dirigentes del movimiento y de la Coalición de Maestros fueron capturados. Luego fueron sometidos a procesos penales, faltos de lógica y de rigor. Entre ello se acusaba a casi 400 personas por 20 delitos, y la hipótesis central, contenida en las conclusiones acusadoras del Ministerio Público, señalaba la “existencia de un plan subversivo de proyección internacional”.
No obstante lo anterior, amplios sectores sociales, incluyendo a grupos que habían participado en el movimiento estudiantil continuaron sus demandas democratizadoras y obtuvieron la derogación del famoso delito de “disolución social”, así como la libertad de los presos políticos. En los años posteriores, lograron la apertura de espacios democráticos, especialmente en el terreno electoral.

Sin embargo, una nueva represión ocurrida en 1971 a una manifestación estudiantil forzó a una decisión trágica en un sector de la población disidente del gobierno: grupos de jóvenes optaron por la vía armada para luchar por sus objetivos, que en este caso sí eran la instauración de un régimen socialista. La táctica militar que utilizaron fue la de la guerrilla, por lo que estos grupos y sus integrantes son llamados guerrilleros.
Algunos de estos grupos guerrilleros recibieron apoyo del bloque comunista, efectivamente, en armas y en entrenamiento. Entre los más importantes, que actuaron en la década de los 70 en nuestro país, están la Liga Comunista 23 de septiembre, el Movimiento Armado Revolucionario y el Acción Cívica Guerrerense.
Su justificación fue la desesperación ante la cerrazón gubernamental, y su acción desde luego extrema, violenta, en la que se cuentan no solamente ataques a los representantes de los aparatos represivos –soldados y policías–, sino también secuestros a funcionarios y empresarios, y asaltos a bancos y empresas capitalistas.

Las venas abiertas de América Latina II
La reacción del gobierno mexicano ante el reto planteado por las guerrillas, no fue solamente su defensa y la defensa de la legalidad con la propia ley. Consideró que todo se justificaba en nombre de frenar a los grupos guerrilleros y formó grupos represivos especiales, que actuaron con gran libertad hacia sus superiores y sin respeto a la ley. Estos funcionarios no solamente enfrentaron con la misma violencia los choques armados que se presentaron en ese años; no actuaron presentando ante los jueces respectivos a muchos de los guerrilleros que llegaban a detener. Los represores a la guerrilla se convirtieron en jueces y verdugos y ejecutaron a decenas de guerrilleros. A muchos de ellos los desaparecieron, sin que hasta el momento se sepa cuál fue su destino. A esta forma de enfrentar a la guerrilla se le llama “guerra sucia”.
Años después, los funcionarios que participaron en estas acciones ilegales en contra de los guerrilleros justificaron su actuación con el argumento de que defendieron a la Patria del comunismo internacional.
Tendrían que pasar por lo menos dos décadas para que la sociedad reclamara una investigación respecto a estos hechos y justicia ante los crímenes. En total se han documentado las desapariciones de unas 500 personas, de quienes no se han recuperado ni siquiera sus restos en la mayoría de los casos. Los presidentes que gobernaron en estas décadas fueron Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo.

En prácticamente todos los países de América Latina se produjeron también procesos de enfrentamiento a grupos guerrilleros comunistas, mediante el recurso de la guerra sucia. En la mayoría de aquellos países la situación represiva fue peor que en México pues se instauraron gobiernos militares, la mayoría de ellos mediante golpes de Estado.
En particular, en Argentina, Chile y Uruguay los regímenes militares actuaron sin respeto a ninguna legalidad y torturaron, asesinaron y desaparecieron a decenas de miles de personas, jóvenes en su mayoría. La junta militar argentina que tomó el poder en 1976 fue encabezada por el general Jorge Videla. El principal grupo guerrillero se llamaba a sí mismo Montoneros.
En Chile, el golpe de Estado se dirigió contra el presidente socialista Salvador Allende, en 1973, luego de que en ese país sureño se instrumentara una campaña de sabotaje organizada por la CIA con recursos de empresas estadunidenses, como la Coca-Cola y la International Telephone and Telegraph Company. Allende murió en la casa de gobierno, que fue bombardeada y atacada con artillería. Tomó el poder un gobierno militar encabezado por el general Augusto Pinochet.
Como conclusión de estos ejemplos mencionaremos a Uruguay, el pequeño país sudamericano que durante la década de los 70 vivió el desmantelamiento de su estructura política y fue gobernado por mandos militares, que nombraban e imponían gobernadores civiles. Los guerrilleros estaban agrupados en un grupo conocido como los Tupamaros.
La terrible represión en estos países provocó la salida de miles de personas perseguidas que lograron salvar la vida. México, siguiendo una tradición revolucionaria, les proporcionó asilo político en esas décadas terribles.
Por su parte, las dictaduras militares persiguieron en diversos países a los opositores que lograron escapar y organizó operaciones internacionales de secuestro o / y asesinato de estas personas, incluso en territorio norteamericano. Una de las operaciones que se pudo documentar posteriormente se llamo “Operación Cóndor”, e incorporó al régimen paraguayo en esta persecución internacional.

La carrera espacial y
la carrera armamentista
Un aspecto destacado de la Guerra Fría es la competencia que se produjo entre Estados Unidos y la Unión Soviética por el dominio tecnológico en el espacio exterior. Inmediatamente después de la Segunda Guerra, ambos países retomaron las investigaciones en marcha con el propósito de poder lanzar cohetes fuera de la atracción gravitacional terrestre. Esta competencia, conocida como carrera espacial, no tenía un objetivo meramente científico, evidentemente, sino que perseguía el dominio de herramientas de espionaje y eventualmente de ataque o defensa de un bando ante el otro.
Quien al principio lleva la delantera en la carrera espacial es la Unión Soviética, que en 1957 lanzó al espacio el primer satélite artificial en la historia (Sputnik 1). Los soviéticos también fueron los primeros en lanzar un ser vivo en un sputnik (la perra Laika), y un ser humano (el cosmonauta Yuri Gagarin). Pero Estados Unidos no estaba de manos cruzadas, sino que habían privilegiado el desarrollo tecnológico de la aviación, y crearon aparatos capaces de volar a gran altura y a velocidades supersónicas, que desde luego tomaban fotografías de diversas zonas enemigas.
En la carrera espacial, Estados Unidos se anotó un hit al ser el primero en colocar un hombre en la Luna, en 1969, mientras que la Unión Soviética instaló hacia los años 80 una estación espacial fija sobre la órbita terrestre, la estación Mir, cuya traducción signfica Paz.
A lo largo de esta carrera, se instalaron decenas de satélites artificiales, primero estacionarios en el espacio, y posteriormente otros que giran conforme lo hace la Tierra en su movimiento de rotación. Su principal resultado, llevado ya a la vida cotidiana, ha sido el desarrollo de los medios de comunicación y de seguridad, como el sistema GPS.

En cuanto a la carrera armamentista, para 1948 la Unión Soviética logró concluir su primera bomba atómica. En 1952 Estados Unidos puso en servicio el primer submarino nuclear, un vehículo que no sólo se mueve con este tipo de energía, sino que lleva consigo bombas atómicas.
Buscando la fortaleza en el terreno militar, Estados Unidos impulsa la creación de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), un acuerdo militar firmado en 1949 entre varios aliados de este bloque, con el propósito, entre otros, de instalar bases militares en territorios más cercanos a la Unión Soviética y sus aliados. A su vez, en 1955, la Unión Soviética funda el Pacto de Varsovia, que plantea el apoyo militar de los países de Europa Oriental.
Para 1961, la Unión Soviética hace estallar, como experimento científico, una bomba termonuclear más poderosa. Ambos bandos continúan construyendo y guardando bombas nucleares instaladas en diversas regiones del mundo.
Con el riego que implicaba esta acumulación de arsenales nucleares, en 1983, el presidente estadunidense Ronald Reagan, antiguo actor de Hollywood, hizo pública su intención de desarrollar un programa militar llamado Iniciativa de Defensa Estratégica. Este programa consistía, en un escueto resumen, en la instalación de bombas nucleares en satélites ubicados en la órbita terrestre. Se suponía que esas armas podrían destruir cualquier proyectil lanzado en contra de territorio estadunidense o el de sus aliados. El creativo proyecto fue bautizado por la prensa como “La Guerra de las Galaxias”, en referencia a una película estrenada poco antes.
Pacifistas y científicos hicieron escuchar su voz contra este despropósito: no conformes las grandes potencias con llenar al planeta de bombas nucleares, pretendían ahora llevar sus arsenales al espacio, poniendo en peligro la vida del planeta en un nivel nunca visto. El bloque comunista no tardaría en inventar nuevas armas que contrarrestaran las instaladas en el espacio y la carrera no terminaría con ventaja para ningún ser humano.
El proyecto fue cancelado. Al mismo tiempo, en la mayoría de los países comunistas de Europa Oriental y en la Unión Soviética misma surgían movimientos populares que criticaban la falta de democracia en sus respectivos países, que eran contrarios al enorme poder que concentraban las burocracias comunistas.

La caída del muro
Estas movilizaciones tras la cortina de hierro, fueron apoyadas desde luego por el bloque capitalista. Destacó como uno de los apoyadores el Papa católico en ese momento, Juan Pablo II, de origen polaco, quien en su país de origen apoyó la demanda de libertad de pensamiento religioso, limitada arbitrariamente por los regímenes socialistas.
Precisamente fue Polonia el primer país socialista en que un movimiento popular que fue creciendo en diversos momentos a partir de 1980. Una serie de huelgas en las principales instalaciones industriales polacas fueron dirigidas por el obrero Lech Wallesa, al frente de una agrupación laboral llamada Solidaridad (Solidarnosc), disidente de los sindicatos comunistas, que eran controlados por el gobierno. Para 1989, el gobierno comunista tuvo que admitir la pluralidad sindical y meses después la democratización de todas las instituciones políticas. En esas primeras elecciones, los candidatos comunistas perdieron 99 por ciento de los puestos elegidos.

En la Unión Soviética, a partir de 1985, un nuevo líder socialista, Mijail Gorbachov, propuso un programa de reformas políticas, incluyendo la elección de un Congreso de los Diputados del Pueblo con candidaturas múltiples. Para combatir la corrupción, Gorbachov implantó una política de reestructuración (perestroika) y transparencia (gladsnost). La propia Unión Soviética vivió tal cambio que en 1991 modificó su Constitución y transformó la Unión de 15 repúblicas en la organización de otras tantas países independientes, y restauró la propiedad privada, y puso en venta sus empresas estatales. El cambio implicó también el cambio de nombre y la principal de las repúblicas que conformaron la URSS pasó a llamarse nuevamente Rusia.
Los partidos comunistas de Europa Oriental, ante esta situación, fueron perdiendo el poder a lo largo de estos años en elecciones democráticas y sobre la ola de enormes movilizaciones populares, de intelectuales y de trabajadores. Checoslovaquia, Rumanía, Hungría, Bulgaria, vieron también surgir nuevos gobiernos, con una orientación política y económica proclive al capitalismo y que fueron cambiando sus leyes para restablecer el triunfo de la propiedad privada. Yugoslavia vivió este proceso de manera violenta, con la partición de su territorio en
Esos cambios se expresaron simbólicamente con la reunificación de las dos Alemanias, bajo el régimen capitalista, y la caída del muro de Berlín en junio de 1989. La caída de este muro representó el fin de la Guerra Fría, con el triunfo del bloque capitalista.


La Globalización
Al tiempo que su enemigo se desmoronaba, en los países capitalistas se fortalecía el poder económico y la ideología que propone que la libertad individual, sin restricciones, es el mejor camino para lograr la felicidad de la humanidad.
Basada en esta idea liberal, esta ideología es conocida como neoliberal.
En el terreno económico, el neoliberalismo entiende que lo mejor es dejar que las fuerzas del mercado, la oferta y la demanda, decidan el destino de las personas y los países, es decir, que los Estados eliminen su intervención en los procesos económicos y en primer lugar vendan sus empresas nacionalizadas, por supuesto a quien pueda comprarlas.
Eficaces como son los capitalistas, no formulan estos planteamientos como un llamado a misa. Utilizaron recursos para lograr imponer estas medidas a través de sus organismos financieros como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas instituciones pusieron sus condiciones para apoyar con recursos (en calidad de préstamos) y así, gobiernos como el de México, se impuso como ideal la venta de las empresas estatales y la reducción de toda clase de prestaciones económicas a los trabajadores. El fin de los ideales que habían surgido en décadas en que el socialismo era visto como un proyecto para mejorar las condiciones de la humanidad.
México, por ejemplo, adoptó a partir de 1988 estas medidas y vendió más de mil empresas estatales. El presidente de entonces era Carlos Salinas de Gortari, quien inició también negociaciones para firmar un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que compromete a Canadá, Estados Unidos y México, para el libre tránsito de mercancías entre esos países, es decir, sin las restricciones de aduanas que hubo anteriormente. El TLC fue firmado en 1994.

Sin la presencia de un bloque socialista que haga contrapeso, el sistema capitalista se ha desarrollado desde entonces en todo el globo terráqueo, sin límites ni competencias. Los países que conservan gobiernos comunistas son apenas unos cuantos y sobreviven con enormes dificultades, excepto China, que ha combinado el manejo planificado de la economía a partir del control estatal, con la inversión extranjera que acude a aprovechar el bajo costo de su mano de obra.
Las medidas globalizadoras continúan en el presente, con la decisión de eliminar totalmente las empresas estatales que quedan (en México las que dan servicio de energía eléctrica y el petróleo), y de eliminar las prestaciones sociales de los trabajadores.
Uno de los resultados más evidentes de este proceso, a más de 20 años de instaurado, son el aumento de la pobreza para la mayoría de la población del mundo, al tiempo que la riqueza, que también aumenta, se concentra cada vez en menos manos.
Por otra parte, la mayoría de la población es sometida a manipulaciones en favor del consumo constante de productos de todo tipo, como meta principal en la vida, buscando en ese materialismo la felicidad inalcanzada. El neoliberalismo no habla de igualdad como una meta a alcanzar.
En este nivel ideológico, el comunismo aparece como una ideología rebasada por la Historia, pues es evidente que los seres humanos no admitimos ya que se nos escatimen libertades.
Entre filósofos y otros científicos sociales, entre jóvenes de todo el mundo, surgen ideas que, destacando la libertad individual, no solamente se oponen a la unificación de un mercado mundial, sino que plantean la búsqueda de nuevos proyectos de vida, rescatando las culturas particulares y la espiritualidad humana, donde la idea de igualdad no ha sido eliminada.