lunes, 25 de julio de 2016

El modelo educativo 2016: poesía y realidad

El modelo educativo 2016: poesía y realidad
Clara Guadalupe García

¿En qué momento se impuso la idea en la educación tradicional de que en la escuela los alumnos iban a “cumplir” y no a aprender?
Porque ciertamente ese es uno de los vicios que han llevado a las calamidades que se aprecian en la educación. ¿Para qué repetir que hay jóvenes universitarios que no saben leer y que no tienen ortografía? Sin generalizar, pues desde luego hay alumnos y maestros brillantes, escuelas que son un ejemplo y de todos modos la sociedad sigue produciendo personas que funcionan (funcionamos creo yo) en ella, es verdad que uno de los problemas de nuestro sistema educativo es haber perdido de vista lo que desde el siglo XVIII señalaban los pedagogos de la naciente modernidad: la escuela forma para la vida, de igual manera que la familia y la sociedad inciden en la formación de los tiernos niños, que con el contacto más o menos planeado, inducido, se formarían como seres humanos. No se nace ser humano, señala Fernando Savater, recordando a Kant.
Así pues, este viejo modelo educativo que ahora la autoridad propone modificar ha servido para que haya médicos, ingenieros, secretarias, literatos, artistas, chefs y hasta microbuseros y políticos. Claro que no es solo la escuela la que nos forma, sino también los medios, la familia, los amigos y la sociedad que van creando los “tipos antropológicos” que corresponden a una sociedad determinada, aunque en este momento hay que centrar nuestra atención en la escuela, pues es en efecto una de las herramientas más poderosas para incidir en la formación de las personas.
El modelo presentado la semana pasada consta de dos documentos: uno de 140 cuartillas, titulado precisamente “Modelo Educativo 2016”, y otro de casi 400 páginas con el título de “Propuesta curricular 2016 para la educación obligatoria”. Es fácil acceder a ellos en la página de la Secretaría de Educación Pública. No tan fácil es leerlos, pero hay que hacerlo y analizarlos. Aquí iniciaré mi análisis del primer documento. Hubo otro documento anterior, tal vez documento de trabajo, que circuló en las redes y que es poco más o menos una versión anterior de estos documentos, sin lo referido al bachillerato que ahora sí se toca en la “Propuesta curricular…”.
En un breve recuento histórico, el documento parte de considerar que el modelo actual tiene su origen en las propuestas de José Vasconcelos de los años 20 del siglo pasado y luego las aportaciones de Torres Bodet en sus dos periodos como secretario de Educación. Nada que recordar acerca de que el maestro Vasconcelos se basó desde luego en las propuestas construidas por Justo Sierra durante el Porfiriato, y de que la formación de los maestros viene de la fundación de las escuelas normales, igualmente porfirianas, y no del Instituto Nacional de Capacitación del Magisterio surgido en los años 40. Pero eso atenta contra mitos establecidos y mejor aquí se queda el documento.
El texto señala que la educación tradicional se centró en la enseñanza y no en el aprendizaje (p. 17); que los cambios propuestos se apoyan en la filosofía que anima al artículo 3° de la Constitución y que busca crear mexicanos con “convicción y capacitados para contribuir a una sociedad más justa e incluyente, respetuosa de la diversidad, atenta y responsable hacia el interés general”.
            En el siglo XXI, calificado como una época en que se vive “la sociedad del conocimiento”, la educación debe basarse en el aprendizaje de los estudiantes, no en la cátedra que pueda impartir un maestro, que pontifica ante escuchas pasivos que recibirían las sesudas enseñanzas. Esto es cierto y bastante evidente. Agrega que la memorización de hechos, conceptos o procedimientos es insuficiente en este contexto, en que los jóvenes y los niños pueden acceder mediante las tecnologías digitales a informaciones de todo tipo.
            Falta un análisis más profundo de cuál es el contexto actual en que va a operar el nuevo modelo educativo. Llamar “sociedad del conocimiento” a la sociedad globalizada es una falacia al menos. Tal vez un documento de esta naturaleza no permita grandes declaraciones filosóficas y pronunciamientos políticos, pero al menos sí se deben señalar tres aspectos fundamentales de la perversidad del capitalismo feroz: el consumismo y el afán de enriquecimiento; la desgarradora desigualdad que provoca pobreza y enriquecimiento extremos, y la manipulación a que constantemente se pretende someter a la mayoría de la población del mundo. No sé si declarar que la escuela debe formar a niños y jóvenes que viven y vivirán en estas condiciones sea factible, pero hablar de “humanismo” en abstracto es un intento de endulzar un proyecto que podría ser realmente renovador de nuestra sociedad y de la esperanza verdadera en una vida mejor.
            Aunque el documento señala que su modelo pedagógico es el “socio-constructivismo”, también afirma que se basa en la definición y desarrollo de “competencias” que los estudiantes deberán de ir desarrollando para lograr una apertura intelectual, un sentido de responsabilidad, el conocimiento de sí mismo y la habilidad para trabajar en equipo.
            Supuestamente la propuesta se basa en más de 15 mil planteamientos que se presentaron en los foros de consulta efectuados durante 2014. Sin embargo, este documento no cita cuáles propuestas de esos foros presentaron las ideas que conduzcan a esta presentación que efectivamente cambia de manera radical los contenidos y las formas en que habrá de desarrollarse el trabajo escolar. Únicamente se cita, en este planteamiento teórico, a autores extranjeros (Michel Schnider, Elizabeth Stern, James Appleberry, César Coll, Hanna Dumont, David Istance, Francisco Benavides), algunos de cuyos textos fueron editados por la OCDE.
            El aprendizaje basado en competencias es el primer punto que debe discutirse. No es una novedad en México y menos en el mundo; muchas instancias superiores y de bachillerato ya trabajan sobre este planteamiento. Se trata de definir en qué debe ser competente un estudiante al egresar de cierto nivel; así ha sido pues los profesionistas, los buenos profesionistas, son competentes para ciertas cuestiones en sus respectivas áreas, y en la educación básica también se esperaba que los estudiantes fueran competentes en ciertas habilidades básicas. Pero la malhadada palabra “competencia” es todavía interpretada por muchos críticos como una idea en que se pondrá a competir a los estudiantes, o se les formará para ser competitivos. Aunque se ha insistido en que en este caso “competencia” deriva de ser competente y no de competir, la confusión persiste y tal vez podría cambiarse por definir, como hacen algunos pedagogos que el modelo definirá los “conocimientos, habilidades y actitudes” que deberán desarrollar los estudiantes para actuar en situaciones distintas a la escuela. 
              Estos son, desde mi punto de vista, los primeros elementos que habría que discutir, además de la realización, que será el trabuco más importante. Corre el riesgo, como tantos otros ordenamientos en México, de quedarse como un documento con puntos correctos, que pretende resolver problemas, pero que no se aplicaría o no se aplicaría correctamente.