lunes, 25 de julio de 2016

El modelo educativo 2016: poesía y realidad

El modelo educativo 2016: poesía y realidad
Clara Guadalupe García

¿En qué momento se impuso la idea en la educación tradicional de que en la escuela los alumnos iban a “cumplir” y no a aprender?
Porque ciertamente ese es uno de los vicios que han llevado a las calamidades que se aprecian en la educación. ¿Para qué repetir que hay jóvenes universitarios que no saben leer y que no tienen ortografía? Sin generalizar, pues desde luego hay alumnos y maestros brillantes, escuelas que son un ejemplo y de todos modos la sociedad sigue produciendo personas que funcionan (funcionamos creo yo) en ella, es verdad que uno de los problemas de nuestro sistema educativo es haber perdido de vista lo que desde el siglo XVIII señalaban los pedagogos de la naciente modernidad: la escuela forma para la vida, de igual manera que la familia y la sociedad inciden en la formación de los tiernos niños, que con el contacto más o menos planeado, inducido, se formarían como seres humanos. No se nace ser humano, señala Fernando Savater, recordando a Kant.
Así pues, este viejo modelo educativo que ahora la autoridad propone modificar ha servido para que haya médicos, ingenieros, secretarias, literatos, artistas, chefs y hasta microbuseros y políticos. Claro que no es solo la escuela la que nos forma, sino también los medios, la familia, los amigos y la sociedad que van creando los “tipos antropológicos” que corresponden a una sociedad determinada, aunque en este momento hay que centrar nuestra atención en la escuela, pues es en efecto una de las herramientas más poderosas para incidir en la formación de las personas.
El modelo presentado la semana pasada consta de dos documentos: uno de 140 cuartillas, titulado precisamente “Modelo Educativo 2016”, y otro de casi 400 páginas con el título de “Propuesta curricular 2016 para la educación obligatoria”. Es fácil acceder a ellos en la página de la Secretaría de Educación Pública. No tan fácil es leerlos, pero hay que hacerlo y analizarlos. Aquí iniciaré mi análisis del primer documento. Hubo otro documento anterior, tal vez documento de trabajo, que circuló en las redes y que es poco más o menos una versión anterior de estos documentos, sin lo referido al bachillerato que ahora sí se toca en la “Propuesta curricular…”.
En un breve recuento histórico, el documento parte de considerar que el modelo actual tiene su origen en las propuestas de José Vasconcelos de los años 20 del siglo pasado y luego las aportaciones de Torres Bodet en sus dos periodos como secretario de Educación. Nada que recordar acerca de que el maestro Vasconcelos se basó desde luego en las propuestas construidas por Justo Sierra durante el Porfiriato, y de que la formación de los maestros viene de la fundación de las escuelas normales, igualmente porfirianas, y no del Instituto Nacional de Capacitación del Magisterio surgido en los años 40. Pero eso atenta contra mitos establecidos y mejor aquí se queda el documento.
El texto señala que la educación tradicional se centró en la enseñanza y no en el aprendizaje (p. 17); que los cambios propuestos se apoyan en la filosofía que anima al artículo 3° de la Constitución y que busca crear mexicanos con “convicción y capacitados para contribuir a una sociedad más justa e incluyente, respetuosa de la diversidad, atenta y responsable hacia el interés general”.
            En el siglo XXI, calificado como una época en que se vive “la sociedad del conocimiento”, la educación debe basarse en el aprendizaje de los estudiantes, no en la cátedra que pueda impartir un maestro, que pontifica ante escuchas pasivos que recibirían las sesudas enseñanzas. Esto es cierto y bastante evidente. Agrega que la memorización de hechos, conceptos o procedimientos es insuficiente en este contexto, en que los jóvenes y los niños pueden acceder mediante las tecnologías digitales a informaciones de todo tipo.
            Falta un análisis más profundo de cuál es el contexto actual en que va a operar el nuevo modelo educativo. Llamar “sociedad del conocimiento” a la sociedad globalizada es una falacia al menos. Tal vez un documento de esta naturaleza no permita grandes declaraciones filosóficas y pronunciamientos políticos, pero al menos sí se deben señalar tres aspectos fundamentales de la perversidad del capitalismo feroz: el consumismo y el afán de enriquecimiento; la desgarradora desigualdad que provoca pobreza y enriquecimiento extremos, y la manipulación a que constantemente se pretende someter a la mayoría de la población del mundo. No sé si declarar que la escuela debe formar a niños y jóvenes que viven y vivirán en estas condiciones sea factible, pero hablar de “humanismo” en abstracto es un intento de endulzar un proyecto que podría ser realmente renovador de nuestra sociedad y de la esperanza verdadera en una vida mejor.
            Aunque el documento señala que su modelo pedagógico es el “socio-constructivismo”, también afirma que se basa en la definición y desarrollo de “competencias” que los estudiantes deberán de ir desarrollando para lograr una apertura intelectual, un sentido de responsabilidad, el conocimiento de sí mismo y la habilidad para trabajar en equipo.
            Supuestamente la propuesta se basa en más de 15 mil planteamientos que se presentaron en los foros de consulta efectuados durante 2014. Sin embargo, este documento no cita cuáles propuestas de esos foros presentaron las ideas que conduzcan a esta presentación que efectivamente cambia de manera radical los contenidos y las formas en que habrá de desarrollarse el trabajo escolar. Únicamente se cita, en este planteamiento teórico, a autores extranjeros (Michel Schnider, Elizabeth Stern, James Appleberry, César Coll, Hanna Dumont, David Istance, Francisco Benavides), algunos de cuyos textos fueron editados por la OCDE.
            El aprendizaje basado en competencias es el primer punto que debe discutirse. No es una novedad en México y menos en el mundo; muchas instancias superiores y de bachillerato ya trabajan sobre este planteamiento. Se trata de definir en qué debe ser competente un estudiante al egresar de cierto nivel; así ha sido pues los profesionistas, los buenos profesionistas, son competentes para ciertas cuestiones en sus respectivas áreas, y en la educación básica también se esperaba que los estudiantes fueran competentes en ciertas habilidades básicas. Pero la malhadada palabra “competencia” es todavía interpretada por muchos críticos como una idea en que se pondrá a competir a los estudiantes, o se les formará para ser competitivos. Aunque se ha insistido en que en este caso “competencia” deriva de ser competente y no de competir, la confusión persiste y tal vez podría cambiarse por definir, como hacen algunos pedagogos que el modelo definirá los “conocimientos, habilidades y actitudes” que deberán desarrollar los estudiantes para actuar en situaciones distintas a la escuela. 
              Estos son, desde mi punto de vista, los primeros elementos que habría que discutir, además de la realización, que será el trabuco más importante. Corre el riesgo, como tantos otros ordenamientos en México, de quedarse como un documento con puntos correctos, que pretende resolver problemas, pero que no se aplicaría o no se aplicaría correctamente.






domingo, 8 de noviembre de 2015

Un poema para la comprensión de la lectura y escritura

          


           
            Objetivo: El estudiante realizará la siguiente lectura y entenderá la intención del autor, acerca del efecto que quiso provocar en el lector; mostrará con un breve escrito esta comprensión.

            Inicio: El profesor presentará el texto del poema a los estudiantes y explicará el objetivo del ejercicio. Se buscará un ambiente amable y de confianza para la realización.
            Es importante que el profesor explique que se trata de un ejercicio en que el propio estudiante debe darse cuenta de su nivel y lo que necesita hacer para mejorar el uso de la herramienta de la lectura, y también de la escritura; que no se trata de “poner una calificación”, pues los responsables de su aprendizaje son los propios estudiantes, quienes deben decidir qué esfuerzos vale la pena hacer para aprender.
            No olvidar preguntar si hay dudas.
            Presentar también la rúbrica para que sea conocido por todos cómo se va a evaluar.

            Desarrollo: El profesor explicará el contexto histórico en que se escribió el texto de Miguel Hernández, con referencia breve a la Guerra Civil española y a la ideología socialista del autor.
            Pedirá a los estudiantes que realicen la lectura en silencio, siguiendo la que haga uno de sus compañeros en voz alta. Esto se puede repetir una o dos veces más.
            El profesor preguntará a los estudiantes por las palabras que no han comprendido. Los estudiantes buscarán el significado en un diccionario, en caso de que no se aclare por ellos mismos el significado.
            Se solicitará trabajar para:

            a) Escribir títulos a cada párrafo
            b) Identificar la intención que ya se ha solicitado.
            c) Redactar el resultado de su interpretación.
            d) Leer ante el grupo los resultados de estudiante.
           
            El ejercicio se puede elaborar en la misma hoja en que está impresa la poesía.

            Cierre: El profesor destacará las coincidencias que puedan observarse. Insistirá en que el objetivo de leer es comprender y la técnica utilizada: la repetición, la búsqueda de palabras que no se comprenden, el análisis por partes del texto y, sobre todo, la identificación de las necesidades de aprendizaje de cada estudiante.

            Materiales necesarios:
-        25 fotocopias de la poesía que se leerá.
-        Pizarrón y marcadores o gises.
-        Diccionario de español
-        25 rúbricas con el nombre del estudiante.




Nombre del estudiante ______________________________________________




El niño yuntero

Miguel Hernández

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.






Rúbrica







Nombre del estudiante ____________________________________________________________





Elementos a considerar
Muy bien
Medianamente bien
Insuficiente
Participa en las actividades
Con entusiasmo
Solamente con atención
No participa
Lee (reconoce los signos ortográficos y de puntuación)
Correctamente
Con un máximo de tres errores
Con muchos errores
Demuestra comprensión de la lectura mediante:
elaboración de títulos de los párrafos;

Son congruentes todos los títulos elaborados
No hay congruencia al menos tres de los títulos
No puede elaborar los títulos correspondientes
Demuestra comprensión de la lectura mediante:
identifica la intención del autor
Explica correctamente la intención hacia el lector
Sólo es parcial su explicación
No explica la intención del autor
Redacción de su trabajo
Muy bien redactado, utilizando signos de ortografía y buena sintaxis (puntuación)
Escribe con algunos errores de ortografía (máximo tres) y de sintaxis (máximo tres)
Escribe con muchos errores de ortografía y sintaxis.


Observaciones del profesor, en relación con los elementos que el estudiante debe considerar para mejorar su desempeño en la comprensión de la lectura y la escritura:


sábado, 7 de noviembre de 2015

El Porfiriato. Una visión sin maniqueísmo

                                               

Don Benito Juárez fue profesor de Porfirio Díaz en el Instituto Científico y Literario de Oaxaca, donde el segundo estudió la carrera de abogado.
            Porfirio Díaz había sido uno de los héroes que llevó al triunfo al bando republicano ante el imperio de Maximiliano de Habsburgo. Fueron muy valiosas las victorias que obtuvo al recuperar Puebla y la Ciudad de México para los juaristas, mientras otra parte del ejército antiimperialista rodeaba Querétaro y capturaba al triste emperador austriaco. Además, había ya tenido la experiencia de gobernar un gran territorio, pues durante la época de la intervención francesa el presidente Juárez encomendó a su paisano la administración militar de los estados de Veracruz, Tabasco, Chiapas y Oaxaca, en la medida en que esto era posible en medio de la guerra.
            Así pues, Díaz tenía muchos simpatizante y apoyadores que lo respaldaron en sus intentos por escalar el mayor puesto político: la Presidencia de la República.
            Porfirio Díaz se presentó como candidato en 1867 y perdió ante Juárez, quien había conservado el poder desde 1857, en medio de los avatares de la guerra contra los conservadores y contra el Imperio. De todas maneras no fue despreciable un 50 por ciento de la votación que obtuvo en esa ocasión el general oaxaqueño.
            Ante una nueva reelección de Juárez en 1872, Díaz lo desconoció como autoridad con el Plan de la Noria. Depuso las armas ante la muerte del benemérito, pero conservó su animadversión hacia Sebastián Lerdo de Tejada, quien había ocupado el cargo ante la falta de presidente. Lerdo de Tejada buscó reelegirse en 1876 y, para diciembre de ese año, Díaz nuevamente se levantó en armas con el Plan de Tuxtepec, protestando por la reelección de Lerdo, ya tendría tiempo de cambiar de opinión, pues Díaz, como sabemos, se reelegiría en siete ocasiones.
            Más organizado y con la experiencia militar que lo llevó muchas veces al triunfo, Porfirio Díaz venció a las fuerzas lerdistas en una épica batalla en Tlaxcala, en la hacienda de Tecoac.
            Para enero de 1877, Porfirio Díaz se presentó como candidato a la Presidencia y, ahora sí, resultó triunfante. Así comenzó su primer periodo que entonces era de cuatro años, y comenzó el periodo histórico que lleva su nombre: el Porfiriato.
            En esos primeros cuatro años, Porfirio Díaz enfrentó una docena de conspiraciones y levantamientos para derrocarlo, la mayoría de partidarios de Lerdo de Tejada, quien se había exiliado en Nueva York. Uno de esos levantamientos ocurrió en junio de 1877, y se suponía que la tripulación de dos barcos, surtos en Tlacotalpan, se declararía insurrecta. Diaz se enteró de la trama y envió al gobernador de Veracruz una lista con los nombres de los implicados que vivían en el puerto.
            El gobernador era Luis Mier y Terán, quien apresó a los implicados, los llevó al cuartel militar y ahí fusiló a nueve de ellos. La reacción de la opinión pública no se hizo esperar, pero a pesar de ello el episodio quedó impune, pues Díaz no hizo nada para que su incondicional Mier y Terán fuera castigado. Al contrario, lo apoyó para mantenerse en el gobierno y luego lo premió con otros cargos políticos. Sin embargo, esta cruda represión marcó el fin de los intentos por derrocar a Díaz y entonces dio inicio “la paz porfiriana”.
            Después de los cuatro años del primer gobierno de Díaz, respetando la ley y la postura contraria a la reelección, Díaz dejó como presidente al general Manuel González, el militar a quien debió la victoria de Tecoac. Durante ese cuatrienio comenzó levemente la reactivación económica pero lo más importante es que se modificó la ley para permitir la reelección del presidente, con el argumento de que no era consecutiva.
            El caudillo de Tuxtepec ya era un político maduro cuando retomó el poder en 1884. Había desarrollado la habilidad de congraciarse con sus opositores, o neutralizarlos si aquello no era posible: utilizó preferentemente las herramientas políticas de la conciliación, más que la represión. Con el tiempo se convirtió en una presencia patriarcal a la que se pedía opinión, apoyo, arbitraje e inclusive padrinazgo, para toda clase de asuntos.
            Evidentemente, a lo largo de su prolongado gobierno, enfrentó descontentos y conflictos políticos, de los que salió airoso. Sus críticos y enemigos quedaron marginados del acontecer social o fueron encarcelados. En los casos en que protagonizaron rebeliones, incluso fueron muertos o exiliados.
            Desde el primer periodo de gobierno de Díaz, un grupo de intelectuales adicto a su gobierno planteó que la ideología liberal debía transformarse, al haber accedido al poder. En su inicio, tuvieron como tribuna al periódico La Libertad, y su vocero más importante era Justo Sierra. En este diario expusieron sus pensamientos, que fueron prontamente respondidos por los viejos liberales, por lo que se desató la polémica.
            Los jóvenes periodistas de La Libertad decían que había que estudiar científicamente a la sociedad. Sus críticos les endilgaron entonces el apodo de “científicos” y así fueron conocidos los intelectuales partidarios del Porfiriato.
            Años después, los liberales moderados tuvieron un nuevo y mucho más amplio foro: el periódico El Imparcial. Este diario penetraba por su modernidad y su bajo precio en grandes sectores de la población; fue dirigido por el también oaxaqueño Rafael Reyes Spíndola. En sus páginas nuevamente los “científicos” externaron sus ideas y polemizaron con la vieja guardia liberal.
            El cambio producido en el liberalismo de los tiempos heroicos de la lucha contra los conservadores o contra el imperio de Maximiliano, en relación con el liberalismo del Porfiriato, se explicaba por los personeros del régimen como una “evolución”, pues para ellos ya había pasado el momento de combatir; ya habían triunfado y entonces les correspondía cosechar, afianzar los logros, avanzar por la senda del progreso y volverse más tolerantes. Esta teoría “evolucionista” era la filosofía predominante en todo el mundo occidental en ese final del siglo XIX, que pretendía que el desarrollo de la sociedad capitalista era el que necesariamente debían seguir las naciones para alcanzar la felicidad de sus habitantes: primero lograr el progreso, el desarrollo económico, para lograr la participación de la riqueza y la cultura para todos.
            En efecto, el desarrollo económico durante la paz porfiriana fue posible, por primera vez desde 1810, tras décadas en que estuvo hundido el país irremediablemente en la guerra, es decir, en la destrucción.
            Desde el poder político, con el conocimiento de los proyectos específicos para invertir los dineros públicos, fue  posible favorecer negocios particulares. Eso no es exclusivo del Porfiriato. pero al referirnos a este periodo específico, debemos señalar que, en efecto, hubo familias y personajes de la industria y las finanzas que obtuvieron provechos específicos a la sombra del régimen.
            Entre la élite que predominó en ese tiempo no hubo solamente familias mexicanas, sino también capitalistas alemanes, españoles, franceses, ingleses, estadunidenses e irlandeses, que se avecindaron en México y formaron empresas comerciales y de otras ramas de la agricultura y la industria, así como las nuevas actividades bancarias.
            Respecto a las finanzas, el ministro de Hacienda José Ives Limantour pudo entregar cuentas que reflejaban la estabilidad en este rubro, aumentando constantemente el superávit de los haberes del erario. Asimismo, en esta época se fundaron instituciones bancarias y se creó la Bolsa de Valores.
            Es necesario destacar que la infraestructura tuvo gran impulso, a través de inversiones específicas que permitieron la modernización de otras ramas de la actividad. Por ejemplo, se impulsó la construcción de líneas ferroviarias por todo el país, pues se consideró que serían gran aliciente al comercio, como en efecto lo fueron. Al final de este periodo se habían construido más de 18 mil kilómetros de vías que conectaban a las poblaciones más pobladas del  país y otras no tan grandes. Para 1908 el gobierno porfiriano adquirió las acciones del Ferrocarril Central y el Ferrocarril Nacional, con lo que constituyó la empresa Ferrocarriles Nacionales de México, propiedad estatal, que fue base para la posterior nacionalización de esta rama industrial, que continuarían los gobiernos de la Revolución.
            El progreso material también se reflejó en la constante instalación de nuevas empresas mineras, textiles, de transportes, agrícolas, portuarias, eléctricas, urbanísticas, petroleras. En esta época se exportaron productos como limón, vainilla, henequén, tabaco y cigarros, chicle; se concretaron vastas transformaciones realizadas por capitalistas como Íñigo Noriega, quien desecó en diez años la laguna de Chalco, mientras que en Tamaulipas arrancaba al desierto centenas de hectáreas, mediante la irrigación, para destinarlas a la producción de algodón; se fundaron las primeras compañías de seguros y prósperos comercios como la Casa Boker y el Palacio de Hierro.
            Entre las obras portuarias realizadas, hay que mencionar los de Veracruz, Coatzacoalcos, Salina Cruz, Huatabampo, Manzanillo y Acapulco, junto con un moderno sistema de faros situados en las costas y en las islas.
            Otro aspecto del progreso material alcanzado en esos tiempos se refiere a los descubrimientos médicos que llevaron a la eliminación de por lo menos dos grandes males que pesaban sobre la salud de los mexicanos: la fiebre amarilla y la peste bubónica, así como la disminución radical de la tuberculosis, mediante la promoción de las entonces novedosas técnicas higienistas.
            El progreso intelectual fue tan importante que debemos reconocer que en este periodo se constituyó por primera vez un verdadero sistema de educación pública. Entre otros educadores de la época hay que mencionar a Alberto Correa, Ezequiel Chávez, Gregorio Quintero y Justo Sierra. El pedagogo suizo Enrique Rébsamen fue traído a México para concretar el proyecto de formar las escuelas para preparar a los profesores de la educación básica: las escuelas Normales, que en su mayoría fueron para señoritas.
            Justo Sierra, aquel que fuera joven periodista, fue el primer ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. La formación de este ministerio especial, que antes era parte del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, es una muestra de la importancia que tuvo este rubro para el gobierno porfirista.
            En otros niveles de la educación también hubo avances. Uno de los más importantes fue la reapartura de la Universidad Nacional, que había estado cerrada desde 1833. En estos años se graduaron las primeras mujeres profesionistas de nuestro país: la primera médica, Matilde Montoya; la primera abogada, María Asunción Sandoval; la primera odontóloga, Margarita Chorné.
            También se abrió el sistema de educación a niños pequeños, el kindergarten, así como escuelas de artes y oficios para jóvenes y señoritas, y las escuelas especiales para niños ciegos, sordos y –como se decía entonces– con retardo.
            En el ámbito académico, la Escuela de Bellas Artes, el antiguo Colegio de San Carlos, envió becados a Europa, con recursos gubernamentales, a un estudiante distinguido cada año. Uno de los estudiantes que mereció este apoyo fue el guanajuatense Diego Rivera.
            De la generación anterior a Diego Rivera destaca el paisajista José María Velasco, profesor de esa escuela. Muchos otros pintores también realizaron trabajos sobresalientes, como Félix Parra, Germán Gedovius y Julio Ruelas.
            En el arte popular es muy notable la obra del dibujante y grabador José Guadalupe Posada, quien llegó a formar un universo que retrata aspectos de la vida de su momento, pues ilustró una gran variedad de folletos y papeles sueltos, como cancioneros, recetarios, modelos para carta y brindis, noticias policiacas, políticas, taurinas, etcétera.
            En música, son importantes varios compositores y ejecutantes, como Melesio Morales, Ricardo Castro, Gustavo Campa, Manuel M. Ponce. No puede omitirse a Macedonio Alcalá, autor del bello vals Dios nunca muere, ni a Juventino Rosas, creador del vals Sobre las olas, ni tampoco a Alfredo Carrasco, compositor del Adiós.
            La abundante producción escultórica de esta época se empleó para embellecer las avenidas de las ciudades importantes, al grado de que no faltó quien criticara la “manía de estatuas” en que se había caído. Entre los escultores más importantes están Jesús F. Contreras y Miguel Noreña.
            En la literatura, el romanticismo produjo deslumbrantes frutos con poesís, novel ay drama de autores como Vicente Riva Palacio, Salvador Díaz Mirón, Luis G. Urbina, Juan A. Mateos, Rubén M. Campos. En este periodo floreció también la corriente literaria llamada moderna, que tuvo como su cuna a la Revista Moderna. En esta nueva camada de literatos modernistas participaron José Juan Tablada, Manuel Gutiérrez Nájera y Amado Nervo, así como los realistas Federico Gamboa, Heriberto Frías y Ciro B. Ceballos.
            Al analizar el Porfiriato, es preciso no limitar nuestra visión a la enorme figura del dictador reeleccionista, quien para algunos historiadores parece dominar toda su época, sino observar también las realizaciones y luchas de todos sus contemporáneos, quienes pudieron actuar, por primera vez, después de seis décadas de guerras y caos, bajo un régimen que se justificaba a sí mismo como propiciador de la paz y el progreso. Eso último tampoco se puede ocultar al estudioso de la Historia.


jueves, 5 de noviembre de 2015

Juguetillo teatral

En la línea del tiempo.
Juguetillo teatral

El siguiente texto se redactó con el apoyo de mis queridas colegas, las maestras Mónica Ramírez y Adriana Martínez, del Instituto de Educación Media Superior. De la última son los diálogos de los filósofos. Quiero expresar mi agradecimiento a su apoyo no solo para concluir el guión, sino para la puesta en escena por primera vez en 2005, en el plantel Iztapalapa 1, con la asesoría además del doctor Jorge Prado Zavala.


Personajes

Guadalupe, estudiante de Preparatoria
La mamá de Guadalupe, ama de casa
Cronos, dios griego del tiempo
Azcantéotl, dios teotihuacano del tiempo
Parménides, filósofo griego
Heráclito, filósofo griego
San Agustín, filósofo medieval
Giordano Bruno, filósofo medieval
Sor Juana Inés de la Cruz, monja jerónima, poeta
George Friderich Hegel, filósofo alemán
Albert Einstein, matemático
Jorge Luis Borges, escritor argentino
Personajes de distintas épocas: nómada, egipcio, romano, mayas, aztecas, damas de la corte medieval, campesinos rusos, aristócratas del siglo XVIII, personajes del siglo XIX de Europa y América (entre ellos Jack el destripador), revolucionarios mexicanos.


A lo largo de la línea del tiempo, se acomodan personajes caracterizados de acuerdo a diversas épocas. Su lugar corresponde a la cronología: los más cercanos al presente.
En un extremo, Guadalupe, estudiante de preparatoria, sentada ante una mesa, estudia y prepara una tarea (se aplica a la computadora, movimiento de libros, hojas, toma notas).
Fondo musical de “Mi corazón me recuerda”.
Aparece su mamá, con delantal.

Mamá.- M’ija, ya es hora de que te duermas, no testés desvelando.
Guadalupe.-  Orita, amá. Lo que pasa es que tengo que acabar la tarea de Historia.
Mamá.- ¡Tarea! ¡Pus qué tanta tarea! Ya llevas ai toda la tarde, nomás “chatiando”. No te veo escribir nada… Nadamás pasas y pasas las hojas y nomás estás pendiente de tu pantallita.
Guadalupe.- Pues sí, amá, pero es que no le hayo cómo…
Mamá.- ¿Cómo que no hayas cómo?
Guadalupe.- ¡Ay! ¿Pa’ qué te explico, si ni yo le entiendo!
Mamá.- Bueno, Lupe, pues si no puedes, mañana le preguntas a tu maestro y ya. Orita, ándale, a dormir que ya es tardísimo. Luego no te levantas temprano y me sales con que no te dejan entrar a la clase si llegas tarde y aquí estoy yo apurada, no tú, que eres la interesada, ni que tuvieras otra obligación y al final del semestre/
Guadalupe.- (Interrumpiendo el choro, estirándose, bostezando) Eso sí es cierto. Además ya me hice bolas con tanto dato, con tantas cosas…

Le da un beso a su mamá y se encamina a un colchón, que se encuentra vertical. Se “acuesta” y se duerme, mientras la mamá se coloca en el siglo XX de la línea del tiempo, y se queda inmóvil. Desde su lugar en la línea del tiempo, Cronos da un paso adelante y llama a grandes voces. Comienza a escucharse “Carros de fuego”, de Jorge Hierres. Hielo seco a lo largo de la línea (los personajes provocan el efecto).

Cronos.- ¡Azcantéotl!... Ya sal de Teotihuacan un momento. Hace mucho que no te veo.
Azcantéotl.- (Desde el frente de la línea del tiempo).
¿Quién me llama a gritos? ¿Quién habla de “momentos” y de “mucho tiempo”, cuando yo, como divinidad, vivo fuera de esa prisión que es el tiempo? ¡Ah!, es el viejo Cronos, que desde Grecia da de gritos. A ver qué quiere…

Diálogo de los dioses, acercándose a la mesa de la tarea de Guadalupe. El diálogo puede versar acerca de la línea del tiempo, que la observan, con sus siglos marcados, y la discusión es si esa representación lineal les gusta o no…
Guadalupe se despierta y los oye discutir.

Guadalupe.- ¿Qué pasa? ¿Quiénes son esos que alegan? ¡Ay, unos rateros! No… aquí, ¿qué nos van a querer robar?... Además, están vestidos como para el Carnaval. ¿Y por qué les interesn mis apuntes de Historia?
En un punto del diálogo, Guadalupe interviene…

…Sí, la maestra dice que en Historia siempre hay que decir “dónde” y “cuándo”.

Los dos dioses se interrumpen, se miran entre sí y voltean a ver a la joven. Ella se asusta y trata de taparse la cara. Pero los dioses la llaman…

Cronos.- Tú eres mortal, tú vives encerrada en el tiempo, pero recuerdas.
Azcantéotl.-  Sí, recuerdas, lo que pasó, tus 15 años, tu pastel, tu primer amor.
Todos los personajes (Sin moverse, como susurrando)
Acuérdate, acuérdate…
Azcantéotl.- Esa es la forma en que los seres humanos se dan cuenta del tiempo: pueden sentirlo aquí, ahora, aunque haya quedado atrás.
Guadalupe.- Sí, mi abuela ha dicho que todos los años del mundo se le echaron encima.
Cronos.- Tal vez no sea sentir el tiempo así solamente, como lo sienten los viejos. Te insisto en que el tiempo es una construcción imaginada: obviamente no es real para los humanos.
Azcantéotl.-  Ciertamente. La divinidad en eso se distingue de los hombres, que están inmersos en el tiempo… Y fíjate de una cosa: como persona puedes tener recuerdos, pero la humanidad en su conjunto también los tiene, tiene Historia.
Cronos.-  Entonces la humanidad necesita ordenar esos recuerdos, esa Historia, y acomoda su memoria en orden cronológico… Como vez, esa palabra está tomada de mi nombre, el referente al tiempo.
Guadalupe.- Acercándose a Azcantéotl en busca de protección. Sí, ya he oído que Cronos devora a sus hijos.
Cromos.- Bueno, ya sabes cómo son los hombres de imaginativos, pero es una representación muy cierta: los hombres, inmersos en el tiempo, son consumidos por él… Pero volvamos a las representaciones que hace la humanidad para guardar su memoria.
Guadalupe.-  ¡Ay, pobrecita de mí! Así que no solamente hay una representación del tiempo, sino que hay varias, porque clarito oí que dijiste “representaciones”.
Azcantéotl..- (A Cronos y luego a Guadalupe). No vayas tan rápido; vamos como dijo aquel personaje de Londres, Jack el descuartizador (da un paso al frente el personaje señalado y luego regresa a su sitio): “vamos por partes”. No hagas bolas a la niña. Mira, Lupita, veamos esta representación lineal: en primer lugar están representados los siglos, en orden numérico, siguiendo el calendario que tú conoces. ¿En qué año estás ahorita?
Guadalupe.- En el 2015.
Cronos.- ¿Y a qué siglo corresponde ese año?
Guadalupe.- Al XXI.
Azcantéotl.-  Pues toma en cuenta que esa numeración corresponde a un calendario elaborado en la Edad Media, y que toma como base la fecha en que se calcula que nació Cristo: cuando el Imperio Romano dominaba en Europa. (Sale a relucir un romano).
Guadalupe.- Sí, me queda claro lo del comienzo con el nacimiento de Cristo, en la época de los romanos. Y toda la época anterior se numera diciendo que son años de la época “antes de Cristo”. (Aplausos de todos los personajes; Guadalupe agradece teatralmente). ¿Y dicen que este calendario se hizo hasta la Edad Media?
Cronos.- Así es, Guadalupe, porque no fueron los Reyes Magos o los pastorcitos los que iniciaron la cuenta que utilizas ahora, sino la iglesia católica, como novecientos años después, cuando era una institución fuerte, que pudo apoyarse en los monarcas de Europa para que ese calendario se hiciera general. Mira, (con un señalador láser)aquí están marcados los siglos, el siglo I, el siglo II, el III… Así llegamos hasta tu época, hasta el siglo XX en que nació tu mamá. Esta línea solamente te ayuda a imaginarte el tiempo, porque a tu edad es muy difícil imaginar muchos años, y más difícil imaginar los siglos. Los ceros no te caben en la frente.
Azcantéotl.- Y mira otra cosa: los siglos los acomodan los historiadores en “periodos”, para manejar más fácilmente su representación imaginaria.
Guadalupe.- Sí, pero me han enseñado que esas divisiones en periodos no son rígidas, no son tajantes.
Cronos.- Eso es muy cierto. (A todos los personajes) Aplausos (Los personajes aplauden). Pero ayuda a tener un esquema muy sencillo: Tenemos la Edad Antigua, la Edad Media y la Edad Moderna.
Guadalupe.- Algunos historiadores agregan una división a la Edad Moderna y ponen la Edad Contemporánea.
Azcantéotl.- En efecto. Con eso ves que esas divisiones son artificiales, creadas por los historiadores, y no a fuerza existen todas. Si ves la historia de América o la historia de México, verás que solamente tenemos Edad Antigua y Edad Moderna. Nos saltamos la Edad Media, que solamente transcurre en Europa.
Cronos.- Y puedes ver que los siglos se corresponden en una región del mundo y en tu país. Así, mientras en la época heroica los griegos hablaban de mí, cerca de tu tierra florecía Teotihuacan, el origen de mi colega.
Azcanteotl.- Bueno, si entiendes que esa línea es una representación del tiempo, te podemos comentar que este tema ha sido siempre motivo de interés para los hombres. Ven con nosotros para que conozcas algunas ideas sobre el tiempo, que han producido algunos pensadores. Allá están tus paisanos, Heráclito y Parménides.

(Los tres caminan por la línea. Llegan a encontrar a Parménides y Heráclito).
Cronos.- Estamos explicándole a Lupita lo que es el tiempo, estimado Heráclito.
Heráclito.-  ¿Qué es el tiempo? ¿Cómo pueden explicar lo que no puede saberse? ¿Cómo pueden saber qué es lo que cada momento cambia, lo que ya dejó de ser? ¿No saben acaso que nada permanece? Es como querer bañarse dos veces en el mismo río; es imposible, porque el río ya corrió y uno mismo ya no es el mismo. Lo único que explica el tiempo es el devenir, el cambio.
Parménides.- Momento: esa no es la única idea del tiempo que tuvimos los griegos antiguos.
Cronos.- Parménides, explícanos tu propia idea.
Parménides.- Precisamente, si puede entenderse que el tiempo es un río que fluye, es porque antes tiene que ser algo. Y como todo lo que tiene un ser, su ser es eterno. Nada puede dejar de ser, porque cuando el río corre, sigue siendo río. Y aún seco, su recuerdo es el del río. Así es la naturaleza del tiempo: cambiar, para mostrarnos que su cambio es una forma de lo eterno.
Azcantéotl.- Muchas gracias. Continuemos nuestro camino. (Se acercan a la Edad Media). A lo largo del tiempo han aparecido muchas ideas más. Aquí está San Agustín, uno de los filósofos más importantes de la Edad Media.
San Agustín.- ¡Todo esto es un absurdo! El tiempo no existe. Mira, Lupita: el pasado ya pasó. No existe. El futuro aún no sucede. No existe. Sólo el presente… pero, piénsalo: ya pasó, es pasado. O tratas de anticiparte a este segundo y aún no es, cuando terminas de decirlo, ya pasó. Es todo un engaño. No hay tiempo. Lo único que hay es la eternidad, el tiempo de Dios.
Cronos.- Y también está Giordano bruno, un poco tatemado por los jefes superiores San Agustín, aquí presente.
Giordano Bruno.- (tosiendo, sofocado) Yo estoy de acuerdo con Agustín. El tiempo es ficción. Lo único que nos permite pensarlo es la memoria. La memoria es la magia del ser humano: ahí cabe todo; la memoria es la imagen del universo. Nos permite reunir la ficción del tiempo y ver que el todo es uno.
Guadalupe.- ¡Ey! Yo conozco a aquella monjita. Es mexicana y se llamaba Sor Juana.
Sor Juana.- Yo tengo un pensamiento sobre lo que están conversando: En la pequeñez de los humanos, no podemos detener el cambio constante del Universo: más bien tenemos que pensar en el cambio, y saber que nuestros saberes cambian, y que la verdad, de la que nos apropiamos por nuestros sentidos y nuestras capacidades, también cambia; estos principios del cosmos tienen su origen en Dios, que así lo dispuso. Esa superior inteligencia es la que rige al mundo, y el hombre participa de ella.
 Guadalupe.- Pero ¿cómo conocemos el tiempo?
Sor Juana.- Algunas cosas no podemos al descubrir la verdad; nuestra inteligencia es pequeña ante la magnitud del cosmos y de la divinidad: "¿cómo en tan espantosa/ máquina inmensa discurrir pudiera,/ cuyo terrible incomportable peso/ -si ya en su centro mismo no estribara-/ de Atlante a las espaldas agobiara/ de Alcides a las fuerzas excediera;/ y el que fue de la Esfera/ bastante contrapeso,/ pesada menos, menos ponderosa/ su máquina juzgara, que la empresa/ de investigar a la naturaleza?"
Cronos.- Despídanse todos. Muchas gracias, (a Sor Juana) bella dama. Más adelante tenemos al alemán Hegel, con un pensamiento muy movidito sobre la Historia.
Hegel.- La Historia es Dios, que se conoce a sí mismo, y en su transcurrir el hombre va repitiendo un mismo ciclo. Mira: parece que las personas tienen opiniones distintas, pero sus discusiones son siempre lo mismo. Uno dice algo, otro lo contrario, alguien más trata de resumir a los dos. Y ahí, cuando parece que ya se pusieron de acuerdo, llega otro a decir lo contrario y vuelve a empezar. Pero esa diversidad es el despliegue de las muchas maneras de ver el todo del que hablaba Bruno.

Azcantéotl.-  Bueno, bueno, aquí viene el más explosivo de los pensadores del tiempo. Es del siglo XX y se llama Alberto, muy famoso por cierto por su greña tipo explosión nuclear y su bigote de abuelito.
Einstein.- Hola, muchachos. Yo creo que el tiempo es relativo. Si te explico mi teoría a lo mejor te hago bolas, y más si les platico lo que decían otros colegas míos, como Hidelberg y su principio de la incertidumbre. Así que mejor te pongo como ejemplo que pienses en la duración de un minuto si estas recibiendo o dando un dulce beso, o ese mismo minuto cuando esperas a entrar al baño para hacer pipí.
Borges.- (Se acerca a los que conversan) También los poetas reflexionamos sobre el tiempo.
Cronos.-  Éste es el Ché Jorge Luis Borges. ¿Qué decís vos sobre el tiempo?
Borges.- Escuchenmé:
¿Qué trama es ésta
del será, del es y del fue?
¿Qué río es éste
por el cual corren los ríos?
                         
¿Qué río es éste
que arrastra mitologías y espadas?
Es inútil que yo duerma.
Corre en el sueño y en el desierto,
en un sótano.

El río me arrebata, soy ese río
de una materia deleznable fui hecho,
de misterioso tiempo.

Acaso el manantial está en mí,
acaso de mi sombra surgen,
fatales e ilusorios, los días.
                                                       
Guadalupe.- Con todo esto me queda la sensación de que el tiempo es algo mágico.
Cronos.- La memoria es mágica, Lupita.
Azcantéotl.- Otras formas de imaginarse el transcurrir del tiempo han sido una línea espiral, por ejemplo, y un una línea recta, que llevaría a la idea de que la humanidad avanza hacia un “progreso” o de una mejoría constante.

Todos los personajes históricos hacen mofa de esta idea, ríen.
Al ritmo de “Sabia virtud de conocer el tiempo”, los personajes forman una espiral (caracol) y luego se acomodan en sus respectivos sitios, incluyendo a Cronos y Azcantéotl. Todos ellos quedan inmóviles y Lupita regresa a su cama. Queda dormida.

Guadalupe.- (Bosteando, despabilándose). ¿Cuánto he dormido? (Mira un reloj imaginario). Apenas tengo tiempo de llegar a la clase de ocho… en mi sueño ya resolví la tarea. Mi vida es memoria. La Historia es recuerdo, pero sobre todo no es pasado; es un eterno presente, pues nosotros pensamos ese pasado…

Oscuro.