Aquí está el texto ofrecido
I.- La Guerra fría
La
Segunda Guerra Mundial concluyó en 1945 con la explosión de dos
bombas atómicas sobre dos poblaciones civiles japonesas: Hiroshima y
Nagasaki.
El
horror que eso representó se sumó a los demás horrores vividos
durante la contienda. Así, se reforzaron los ideales que pretendían
no solamente que no se volvieran a repetir episodios como los que
provocaron el racismo, el colonialismo y la sinrazón. Esa fue la
esperanza al crearse la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y
proclamarse la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero
del plato a la boca se cae la sopa... Ese ideal de convivencia
igualitaria, de respeto a los seres humanos, de igualdad ante la
vida, se enfrentaría entonces (como se ha enfrentado desde la remota
antigüedad) a intereses políticos y económicos que provocan desde
pesimismo y cansancio en un extremo, y creatividad y nuevas búsquedas
en el otro, sin olvidar desorientación y desencanto, o enjundia ante
el reto que se presenta a las nuevas generaciones.
El
bando triunfador de la Segunda Guerra fue el de los Aliados (Gran
Bretaña, Francia, Estados Unidos y la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas). Sin embargo, los aliados no lo eran tanto,
pues esos países tenían sistemas económicos muy diferentes, de
hecho contrapuestos: la Unión Soviética era el único país
socialista en el mundo, mientras que los demás sostenían el sistema
capitalista.
La
Unión Soviética pagó el costo no solamente de su liberación ante
la invasión nazi, sino que en un poderoso contraataque se lanzó
hacia Alemania, y en su camino liberó otros territorios que también
habían sido invadidos. Ocupó Berlín y su gran ejército quedó
ocupando los países entre ese punto y su propia frontera, es decir,
la Europa oriental.
Los
Aliados acordaron que se realizarían elecciones libres en esos
países, pero lo cierto es que los partidarios del socialismo
contaban con el apoyo del ejército rojo y, en los meses siguientes,
resultaron ganadores de esas votaciones. Adoptaron el sistema
socialista todos ellos: Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia,
Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria y Albania conformaron,
capitaneadas por la Unión Soviética, un conjunto con el proyecto de
extender el socialismo por todo el mundo. Ese conjunto de países fue
conocido como el “Bloque socialista” o Bloque comunista, que se
enfrentaba al Bloque capitalista, que era encabezado por Estados
Unidos, que surge entonces como el país más poderoso del mundo.
El
enfrentamiento entre esos dos bloques, entre esos dos sistemas
políticos y económicos, es conocido como la Guerra fría.
Mapa
A
pesar del nombre que significa que en realidad no hubo una guerra
declarada, pues todo el mundo temía que se pudiera producir una
tercera guerra mundial, lo cierto es que esos dos bloques se
enfrentaron en diversos episodios en países específicos y en su
propio territorio cada uno, reprimiendo a los que consideraban
enemigos, por representar o hasta por ser sospechosos de simpatizar
con el bloque contrapuesto.
El
líder británico Winston Churchil declaró que se había construido
una “cortina de hierro” que separaba a la Europa Oriental de la
supuesta democracia occidental, donde pretendidamente campeaba la
libertad.
Por
ejemplo, en Turquía y en Grecia también se presentó la posibilidad
de que triunfaran en sus respectivas elecciones partidos comunistas.
Esto no fue permitido, en medio de sangrientas represiones, por la
intervención del bloque capitalista, a través de agentes y
simpatizantes en esos mismos países.
Otro
ejemplo de este enfrentamiento fue la división de la propia
Alemania, con su capital Berlín, donde el régimen comunista de
Alemania Oriental impidió siquiera el trato con Alemania Occidental,
y reprimió con cárcel o la muerte a cualquiera que detuvo en el
intento de cruzar la frontera prohibida.
Este
contexto –el de la Guerra Fría– marcó todos los aspectos de la
vida entre 1945 y 1989, esta última fecha simbólica en que fue
demolido el muro que separaba los dos Berlines.
Así
pues, el enfrentamiento entre los dos bloques se manifestó no
solamente en aspectos políticos y militares, sino también en el
terreno cultural y deportivo, pues cada bando pretendía mostrar su
superioridad ante su enemigo. Al mismo tiempo, se minusvaloriza al
contrario, incluso en terrenos artísticos o intelectuales, con el
absurdo argumento de ser “comunista” o ser “capitalista”.
Así, por ejemplo, la música de rock and roll era considerada una
degeneración en los países comunistas, lo que la convertía en una
prohibición para los jóvenes de aquellos rumbos que sólo oían
estas composiciones en discos de contrabando, con gran peligro de ser
reprimidos ellos y sus familias. Otro ejemplo de este absurdo fue la
negativa a reconocer que un lingüista ruso, Yuri Korónosov, había
descifrado desde los años 50 la escritura maya, simplemente por ser
socialista; fue hasta los años 90 cuando sus aportes fueron
rescatados y ahora se puede ya leer la gran herencia de esta cultura.
Al borde
del abismo
Otra
de los fenómenos sociales que ocurren tras la Segunda Guerra Mundial
es la ampliación de movimientos independentistas de diversas
colonias o posesiones de países europeos y de Japón, en particular
en Asia y África. Otros países, sin ser totalmente colonias, están
sometidos por lo menos parte de su territorio, al dominio de esos
países de Europa y Japón, como es el caso de China.
Varios
de estos movimientos independentistas (por no decir todos), incluyen
entre sus militantes a seguidores de la ideología comunista. Algunos
obtienen triunfos, como los de la India y Egipto, si bien las
potencias colonialistas imponen condiciones acerca de las formas de
gobierno de los nuevos países, manteniéndolos dentro de la órbita
capitalista. En otros, como en China, los comunistas de este país
logran triunfar en una guerra, primero por la liberación de su
territorio a manos japonesas, y luego contra una corriente
nacionalista contraria a la tendencia socialista. El líder de este
movimiento fue Mao Tse-Tung.
De
esa manera, una cuarta parte de la humanidad, la población de China,
pasa a fortalecer al bando comunista. Eso era el límite que Estados
Unidos podía admitir.
Entonces,
cuando en la pequeña Corea se plantea la independencia de Japón,
inmediatamente surgen dos bandos opuestos que pretenden imponerse
dividiendo al país en dos: al norte, apoyados por los ejércitos
soviéticos y chino, obviamente comunistas, y al sur, un proyecto de
país apoyado por Estados Unidos. Los intentos diplomáticos por
lograr una solución fracasan y entre 1950 y 1953 se produce una
guerra terrible, en la que participan “voluntarios” chinos –más
de 500 mil hombres–, y soldados norteamericanos –unos 100 mil–,
con el riesgo constante de que ese conflicto fuera el inicio de una
tercera guerra, o de que Estados Unidos lanzara una bomba atómica
sobre aquel territorio. Tal vez uno de los factores para que esto no
ocurriera fue que ya para 1949 la Unión Soviética había logrado
concluir su propia bomba atómica, dejando en este terreno en un
equilibrio a ambos bloques.
La
guerra de Corea concluye con una división salomónica, que a nadie
dejó satisfecho y que ha sido constante fuente de conflictos aún en
el presente: se crearon dos países, Corea del Norte, con un régimen
comunista, y Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos.
Sorpresivamente
para Estados Unidos, en 1959 triunfó en Cuba un movimiento
democrático, que luego se transformó en socialista, sobre una
dictadura que había surgido en 1952 apoyada por Estados Unidos, al
mando de Fulgencio Batista, quien había alcanzado el poder mediante
un golpe de Estado sobre un gobierno democrático y de tendencia
izquierdista.
El
líder cubano Fidel Castro adoptó una serie de medidas económicas
que no fueron admitidas por Estados Unidos, como la repartición de
la propiedad agraria y la expropiación de las grandes empresas
azucareras. Utilizando a cubanos descontentos con el régimen
castrista, pero con apoyo militar, político y económico del
gobierno estadunidense, se inició una serie de ataques y sabotajes a
la economía cubana, que representaron muertes y destrucción. En
estos sabotajes participó también la Agencia de Inteligencia
estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés).
En
1960, Washington redujo drásticamente la compra de azúcar cubano en
el mercado estadunidense, y la reacción cubana fue la
nacionalización de todas las empresas estadunidenses, mientras que
la Unión Soviética apareció en el panorama del continente
americano, apoyando económicamente a Cuba, aún sin necesitar la
compra del dulce.
Ese
mismo año de 1960, desde Estados Unidos se organizó un invasión a
la isla bella. Los agresores estaban perfectamente armados y
entrenados, pero fueron detenidos por los milicainos cubanos. La ola
de indignación por la desproporción del ataque y el riesgo que
implicaba hizo crecer a nivel mundial la simpatía hacia Cuba, un
pequeño país que lucha por su autodeterminación. Esa simpatía se
expresó principalmente en América Latina, donde surgieron grupos
seguidores del movimiento castrista. Sobre la cresta de esa ola,
Castro proclamó la república democrática socialista.
En
octubre de 1962 la Unión Soviética instaló varios cohetes con
cargas nucleares en territorio cubano, que apuntaban hacia Estados
Unidos. Detectados por Estados Unidos –que constantemente realizaba
vuelos de observación con aviones espías sobre territorios de sus
enemigos políticos–, los cohetes dieron motivo a una crisis así
llamada: la crisis de los cohetes, que puso al mundo nuevamente al
borde de una guerra mundial, pues así lo declaró el presidente
estadunidense, John F. Kennedy, quien organizó entonces el bloqueo a
la isla.
El
asunto se resolvió en diálogo directo entre Washington y Moscú,
sin consultar a La Habana, aceptando el desmantelamiento de las bases
de cohetes, a cambio de la promesa de Kennedy de no invadir Cuba.
No
obstante el roce que esta situación produjo, las relaciones entre
Cuba y la Unión Soviética continuaron siendo el principal apoyo de
la isla, y representaron el enfrentamiento entre los dos bloques en
América Latina.
Finalmente,
en esta breve selección de acontecimientos que marcaron los riesgos
extremos de la Guerra Fría, nos referiremos a la Guerra de Vietnam.
En
este pequeño país del sureste asiático, la lucha emancipadora se
remonta a comienzos del siglo XX, contra el dominio francés. Tomado
por Japón durante la Segunda Guerra, los líderes nacionalistas de
Viet Nam, encabezados por el comunista Ho Chi-Minh, se aproximaron a
los Aliados. No obstante, Francia pretendió mantener su colonia y
para 1946 se reinicia una guerra de liberación. Para 1954, las
tropas vietnamitas, comandadas por el general Nguyen Giap, derrotaron
a las francesas y se firmó un armisticio, que dividió
provisionalmente el país en dos estados separados: la República
Democrática del Vietnam, al norte, (comunista) y la República de
Vietnam, al sur, respaldada por Estados Unidos. Para 1960, el
gobierno de Vietnam del Norte consideró la liberación del sur un
objetivo tan importante como la construcción del socialismo en el
norte e inició una lucha en la que intervino Estados Unidos en
respaldo del gobierno sureño.
La
intervención estadunidense comenzó como apoyo financiero y continuó
como “asesoría militar” y la organización de un golpe de Estado
en Viet Nam del sur para colocar gobiernos a modo; pasó luego a
proporcionar el apoyo de su fuerza aérea mediante bombardeos
sistemáticos a territorio y fuerzas dominadas por Viet Nam del norte
(1965), y después a la intervención directa de soldados
estadunidenses en suelo indochino.
La
ofensiva vietnamita sobre los invasores estadunidenses en 1968 obligó
a la suspensión de los bombardeos en el norte y a fines de 1972 y
principio de 1973 al retiro de las tropas estadunidenses. Un acuerdo
de paz firmado en París abandonó a su suerte al gobierno títere
del sur y la reunificación, bajo dominio comunista se alcanzó en
1975.
Es
obvio mencionar que la ofensiva comunista contó siempre con los
apoyos chino y soviético principalmente en armas y otros implementos
para sostener la guerra.
En el
interior del monstruo
La
lucha entre los bloques socialista y comunista no se limitó a
territorios ajenos a Estados Unidos y la Unión Soviética, como los
que mencionamos en el apartado anterior. Dentro de cada uno de estos
países y en los de sus aliados directos se mantuvieron políticas de
persecusión a cualquier opositor a los respectivos sistemas: Moscú
reprimía a quienes consideraba agentes del imperialismo
norteamericano, o sospechosos de serlo, mientras que Washington
atacaba a los supuestos o verdaderos simpatizantes del poder rojo. En
ambos países, se llegó a utilizar como insulto y anatema el ser
considerado miembro del bando contrario.
En
Estados Unidos, a partir de 1948 se creó un comité en el Congreso
(senadores y diputados) llamado Comité de Actividades
Antinorteamericanas, que durante 30 años elaboró expedientes en que
no solamente investigó –y envió a la cárcel– a decenas de
personas, sospechosas de ser o verdaderamente ser miembros del
Partido Comunista de Estados Unidos, sino que también acosó con sus
“exámenes ideológicos” a diversos productos artísticos, como
novelas y sobre todo películas de cine. Este Comité, por ejemplo,
puso en la cárcel al escritor de novelas policiacas Dashell Hamett,
y forzó al gran actor Charles Chaplin a huir de Estados Unidos ante
esa persecusión. El Comité de Actvidades Antinorteamericanas
elaboró también una lista negra en la que quedaron marcados
profesionistas que no pudieron encontrar trabajo durante años,
debido a su inclinación ideológica.
El
personaje más destacado de este Comité fue el senador Joseph
McCarty. Debido a ello, la persecusión irracional e incluso ridícula
al comunismo se llamó entonces y se llama ahora macartismo.
Por
supuesto todos los empleados federales fueron investigados o
espiados, lo que permitió la violación a toda clase de derechos
civiles de miles de ciudadanos norteamericanos. Se estaba en peligro
de ser perseguido simplemente por haber donado recursos a alguna
organización caritativa sospechosa, o por conocer a alguien que lo
hubiera hecho. Todo mundo debía tener cuidado con sus relaciones,
con los lugares que visitaba, con las personas que frecuentaba, a
quiénes contrataba.
Se
llegó a aplicar la pena de muerte, como a los Rosenberg, señor y
señora, quienes fueron acusados en 1951 de ser espías en favor de
la Unión Soviética y procesados desde luego por traición.
Posteriormente,
movimientos sociales como el de los negros en demanda de sus derechos
civiles, fueron catalogados de “comunistas” o “blocheviques”.
Pero
en el campo soviético también se tostaban las habas. A pesar de la
muerte del líder José Stalin, campeón de la represión a
cualquier tipo de oposición, ocurrida en 1953, su sucesor Nikita
Jrushev mantuvo la persecusión a artistas e intelectuales que
pudieran asumir siquiera una posición independiente. Son conocidos
los casos de los escritores Solyenitzin y .... (Dr. Zhivago), quienes
fueron relegados a pueblos remotos o a sanatorios para enfermos
mentales, por atreverse a adoptar posturas disidentes.
Solamente
existe un partido (el comunista, desde luego); los medios de
comunicación, pertenecientes al gobierno, son censurados; la
producción artística es sometida a los criterios políticos de una
burocracia todopoderosa; todos los ciudadanos son vigilados y sus
conversaciones escuchadas...
En
los países bajo la influencia comunista, la represión también fue
dura. El líder Yugoslavo, Yosif Bros Tito, fue expulsado desde 1948
de la organización internacional comunista, por mantener una postura
independiente ante el liderazgo soviético. Ese mismo año, ante un
movimiento democrático en Hungría, el ejército soviético
interviene para reprimirlo. En 1968 una serie de reformas
democráticas en Checoslovaquia dan pie tambien a la intervención
militar soviética para detenerlas por la fuerza.
Las venas
abiertas de América Latina I
En
el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos intervino en diversas
ocasiones en otros países para derrocar gobiernos que pudieran
engrosar las huestes del campo socialista –como ya hemos mencionado
en cuanto a sus intervenciones militares directas. Pero además
intervino de manera oculta a través de la CIA y otros agentes para
apoyar movimientos y políticos simpatizantes, y para llegar incluso
al asesinato de líderes comunistas. Así ocurrió con el líder
comunista Patricio Lumumba, de Argelia, o el gobierno prosoviético
de Mohammed Mosadej, de Irán, que había nacionalizado el petróleo
en aquel país árabe.
En
América Latina, el gobierno electo en Guatemala de Jacobo Arbens, de
tendencia izquierdista, fue derrocado en 1954 por un golpe de Estado
patrocinado por la CIA. El régimen que se instaló entonces, a pesar
de su inestabilidad, prevaleció hasta el fin de la Guerra Fría. Las
represiones de los gobiernos pronorteamericanos se iniciaron con
medidas impuestas por el coronel Carlos Castillo Armas, quien
disolvió las organizaciones laborales y los partidos políticos,
dejó sin empleo a todos los maestros y funcionarios comunistas o
comunizantes, declaró personas no gratas a exiliados españoles que
habían hiído del franquismo, y suspendió las expropiaciones de
propiedades extranjeras. Así, devolvió a la United Fruit tierras
expropiadas y gobiernó dictatorialmente afectando sobre todo a la
población indígena.
En
este país centroamericano surgió desde entonces un movimiento
guerrillero, apoyado desde luego por la Unión Soviética, China e
incluso Corea del Norte.
Otra
de las violentas intervenciones de Estados Unidos en América Latina
fue la invasión militar directa, en 1965, a la República
Dominicana, para impedir la llegada al poder del coronel Francisco
Caamaño Deñó, de ideología liberal, pero enfrentado a los
regímenes proclives a Washington. A pesar de que Caamaño fue electo
mayoritariamente en elecciones posteriores, la intervención militar
impuso a una junta militar encabezada por el general Imbert Barrera.
Las tropas estadunidenses se retiraron después de haber logrado sus
objetivos.
La
generación de los 60
Para
esa década de los años 60, comenzaba a irrumpir en la vida social
una nueva generación de jóvenes que había vivido toda su
experiencia rodeada de este contexto: la guerra fría.
La
intolerancia que caracterizaba las posturas políticas se traducía
hacia las relaciones institucionales, académicas por ejemplo, y las
relaciones familiares, donde predominaba el autoritarismo entre la
mayoría de los padres y autoridades.
De
manera lógica surgió una reacción juvenil de rebeldía, que
proclamaba su libertad y su crítica al autoritarismo y la
intolerancia. En esas décadas se formó una cultura juvenil precisa,
identificada por su propia música, su forma de vestir y su
liberalismo sexual. No fue ajena a esta transformación la aparición
en el mercado de métodos anticonceptivos más seguros, en particular
la píldora anticonceptiva. Fue la época de auge del rock and
roll, del movimiento hippie y de los primeros movimientos
feministas que buscaban una igualdad más allá que el derecho al
voto.
No
fue extraño, entonces, que se produjeran movimientos estudiantiles,
es decir, de los jóvenes de esta generación sesentera más
ilustrados, más pensantes, que con diversos motivos reclamaban
mayores espacios democráticos y criticaban la intolerancia de los
mayores. Estos movimientos tuvieron un momento incandescente en 1968,
cuando en diversas partes del mundo, en las ciudades más
importantes, los jóvenes salieron a las calles a reclamar diversos
objetivos, pero unificados todos ellos por la búsqueda de un mundo
mejor, más igualitario, menos violento. En Estados Unidos, por
ejemplo, el movimiento estudiantil se expresó en contra de la
conscripción forzosa para participar en la guerra de Vietnam;
personajes públicos, como el boxeador Mohammed Alí fueron incluso a
la cárcel, por negarse a participar en la guerra y las
manifestaciones estudiantiles coparon muchas de las universidades
gringas.
Otros
movimientos similares se produjeron, con demandas particulares, en
Francia, en Argentina, Inglaterra, e incluso países socialistas como
Checoslovaquia.
México
fue uno de esos países en que la juventud de ese momento protagonizó
un proceso que marcaría un hito en la historia. Muchas personas
recuerdan a este movimiento, que se produjo durante el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz, por la represión que se efectuó el 2 de
octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Sin embargo,
este movimiento tiene importancia no solamente por la indignación
que puede provocar un suceso de esta naturaleza, sino principalmente
por los cambios políticos y sociales que generó. Asimismo, hay que
destacar que el movimiento duró poco más de nueve inquietantes
semanas, y que no se reduce a los acontecimientos de ese trágico y
lluvioso día de octubre.
Podría
resumirse que el movimiento se inicia en protesta por una desmedida
represión gubernamental a grupos de estudiantes y profesores que
participaron en una riña. La ley entonces permitía que el gobierno
procesara a personas acusadas de provocar inquietud o alteración a
la paz, al configurar el delito de “disolución social”. Para ese
1968 permanecían encarcelados –algunos desde muchos años antes–
algunos líderes de trabajadores o de movimientos disidentes,
precisamente sentenciados por ese delito. Pronto los acompañaron en
la cárcel jóvenes estudiantes.
La
represión, en lugar de aplacar el movimiento lo atizó. Así se
produjeron varias memorables manifestaciones que también modificaron
la exclusividad de la movilización masiva, que estaba permitida
únicamente para expresiones de agradecimiento al presidente o
candidato en turno.
Los
estudiantes obtuvieron apoyo de muchos profesores y autoridades
académicas, así como de amplios sectores de la población, e
incluso de algunos sindicatos, como el Sindicato Mexicano de
Electricistas y grupos de ferrocarrileros. Desde luego, el movimiento
estudiantil fue considerado por el gobierno de ser manipulado por
“intereses comunistas”, en específico por agentes soviéticos.
El
gobierno mantuvo su postura represiva y reprimió sangrientamente una
concentración inerme el 2 de octubre. Se dijo entonces que hubo
cientos de muertos, aunque hasta el momento sólo se han documentado
22 casos fatales. Los heridos sí se contaron por cientos.
Horrorizada
la sociedad, golpeado el movimiento estudiantil, la represión
continuó: dirigentes del movimiento y de la Coalición de Maestros
fueron capturados. Luego fueron sometidos a procesos penales, faltos
de lógica y de rigor. Entre ello se acusaba a casi 400 personas por
20 delitos, y la hipótesis central, contenida en las conclusiones
acusadoras del Ministerio Público, señalaba la “existencia de un
plan subversivo de proyección internacional”.
No
obstante lo anterior, amplios sectores sociales, incluyendo a grupos
que habían participado en el movimiento estudiantil continuaron sus
demandas democratizadoras y obtuvieron la derogación del famoso
delito de “disolución social”, así como la libertad de los
presos políticos. En los años posteriores, lograron la apertura de
espacios democráticos, especialmente en el terreno electoral.
Sin
embargo, una nueva represión ocurrida en 1971 a una manifestación
estudiantil forzó a una decisión trágica en un sector de la
población disidente del gobierno: grupos de jóvenes optaron por la
vía armada para luchar por sus objetivos, que en este caso sí eran
la instauración de un régimen socialista. La táctica militar que
utilizaron fue la de la guerrilla, por lo que estos grupos y sus
integrantes son llamados guerrilleros.
Algunos
de estos grupos guerrilleros recibieron apoyo del bloque comunista,
efectivamente, en armas y en entrenamiento. Entre los más
importantes, que actuaron en la década de los 70 en nuestro país,
están la Liga Comunista 23 de septiembre, el Movimiento Armado
Revolucionario y el Acción Cívica Guerrerense.
Su
justificación fue la desesperación ante la cerrazón gubernamental,
y su acción desde luego extrema, violenta, en la que se cuentan no
solamente ataques a los representantes de los aparatos represivos
–soldados y policías–, sino también secuestros a funcionarios y
empresarios, y asaltos a bancos y empresas capitalistas.
Las venas
abiertas de América Latina II
La
reacción del gobierno mexicano ante el reto planteado por las
guerrillas, no fue solamente su defensa y la defensa de la legalidad
con la propia ley. Consideró que todo se justificaba en nombre de
frenar a los grupos guerrilleros y formó grupos represivos
especiales, que actuaron con gran libertad hacia sus superiores y sin
respeto a la ley. Estos funcionarios no solamente enfrentaron con la
misma violencia los choques armados que se presentaron en ese años;
no actuaron presentando ante los jueces respectivos a muchos de los
guerrilleros que llegaban a detener. Los represores a la guerrilla se
convirtieron en jueces y verdugos y ejecutaron a decenas de
guerrilleros. A muchos de ellos los desaparecieron, sin que hasta el
momento se sepa cuál fue su destino. A esta forma de enfrentar a la
guerrilla se le llama “guerra sucia”.
Años
después, los funcionarios que participaron en estas acciones
ilegales en contra de los guerrilleros justificaron su actuación con
el argumento de que defendieron a la Patria del comunismo
internacional.
Tendrían
que pasar por lo menos dos décadas para que la sociedad reclamara
una investigación respecto a estos hechos y justicia ante los
crímenes. En total se han documentado las desapariciones de unas 500
personas, de quienes no se han recuperado ni siquiera sus restos en
la mayoría de los casos. Los presidentes que gobernaron en estas
décadas fueron Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo.
En
prácticamente todos los países de América Latina se produjeron
también procesos de enfrentamiento a grupos guerrilleros comunistas,
mediante el recurso de la guerra sucia. En la mayoría de aquellos
países la situación represiva fue peor que en México pues se
instauraron gobiernos militares, la mayoría de ellos mediante golpes
de Estado.
En
particular, en Argentina, Chile y Uruguay los regímenes militares
actuaron sin respeto a ninguna legalidad y torturaron, asesinaron y
desaparecieron a decenas de miles de personas, jóvenes en su
mayoría. La junta militar argentina que tomó el poder en 1976 fue
encabezada por el general Jorge Videla. El principal grupo
guerrillero se llamaba a sí mismo Montoneros.
En
Chile, el golpe de Estado se dirigió contra el presidente socialista
Salvador Allende, en 1973, luego de que en ese país sureño se
instrumentara una campaña de sabotaje organizada por la CIA con
recursos de empresas estadunidenses, como la Coca-Cola y la
International Telephone and Telegraph Company. Allende murió en la
casa de gobierno, que fue bombardeada y atacada con artillería. Tomó
el poder un gobierno militar encabezado por el general Augusto
Pinochet.
Como
conclusión de estos ejemplos mencionaremos a Uruguay, el pequeño
país sudamericano que durante la década de los 70 vivió el
desmantelamiento de su estructura política y fue gobernado por
mandos militares, que nombraban e imponían gobernadores civiles. Los
guerrilleros estaban agrupados en un grupo conocido como los
Tupamaros.
La
terrible represión en estos países provocó la salida de miles de
personas perseguidas que lograron salvar la vida. México, siguiendo
una tradición revolucionaria, les proporcionó asilo político en
esas décadas terribles.
Por
su parte, las dictaduras militares persiguieron en diversos países a
los opositores que lograron escapar y organizó operaciones
internacionales de secuestro o / y asesinato de estas personas,
incluso en territorio norteamericano. Una de las operaciones que se
pudo documentar posteriormente se llamo “Operación Cóndor”, e
incorporó al régimen paraguayo en esta persecución internacional.
La
carrera espacial y
la
carrera armamentista
Un
aspecto destacado de la Guerra Fría es la competencia que se produjo
entre Estados Unidos y la Unión Soviética por el dominio
tecnológico en el espacio exterior. Inmediatamente después de la
Segunda Guerra, ambos países retomaron las investigaciones en marcha
con el propósito de poder lanzar cohetes fuera de la atracción
gravitacional terrestre. Esta competencia, conocida como carrera
espacial, no tenía un objetivo meramente científico, evidentemente,
sino que perseguía el dominio de herramientas de espionaje y
eventualmente de ataque o defensa de un bando ante el otro.
Quien
al principio lleva la delantera en la carrera espacial es la Unión
Soviética, que en 1957 lanzó al espacio el primer satélite
artificial en la historia (Sputnik 1). Los soviéticos también
fueron los primeros en lanzar un ser vivo en un sputnik (la perra
Laika), y un ser humano (el cosmonauta Yuri Gagarin). Pero Estados
Unidos no estaba de manos cruzadas, sino que habían privilegiado el
desarrollo tecnológico de la aviación, y crearon aparatos capaces
de volar a gran altura y a velocidades supersónicas, que desde luego
tomaban fotografías de diversas zonas enemigas.
En
la carrera espacial, Estados Unidos se anotó un hit al ser el
primero en colocar un hombre en la Luna, en 1969, mientras que la
Unión Soviética instaló hacia los años 80 una estación espacial
fija sobre la órbita terrestre, la estación Mir, cuya traducción
signfica Paz.
A
lo largo de esta carrera, se instalaron decenas de satélites
artificiales, primero estacionarios en el espacio, y posteriormente
otros que giran conforme lo hace la Tierra en su movimiento de
rotación. Su principal resultado, llevado ya a la vida cotidiana, ha
sido el desarrollo de los medios de comunicación y de seguridad,
como el sistema GPS.
En
cuanto a la carrera armamentista, para 1948 la Unión Soviética
logró concluir su primera bomba atómica. En 1952 Estados Unidos
puso en servicio el primer submarino nuclear, un vehículo que no
sólo se mueve con este tipo de energía, sino que lleva consigo
bombas atómicas.
Buscando
la fortaleza en el terreno militar, Estados Unidos impulsa la
creación de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte
(OTAN), un acuerdo militar firmado en 1949 entre varios aliados de
este bloque, con el propósito, entre otros, de instalar bases
militares en territorios más cercanos a la Unión Soviética y sus
aliados. A su vez, en 1955, la Unión Soviética funda el Pacto de
Varsovia, que plantea el apoyo militar de los países de Europa
Oriental.
Para
1961, la Unión Soviética hace estallar, como experimento
científico, una bomba termonuclear más poderosa. Ambos bandos
continúan construyendo y guardando bombas nucleares instaladas en
diversas regiones del mundo.
Con
el riego que implicaba esta acumulación de arsenales nucleares, en
1983, el presidente estadunidense Ronald Reagan, antiguo actor de
Hollywood, hizo pública su intención de desarrollar un programa
militar llamado Iniciativa de Defensa Estratégica. Este programa
consistía, en un escueto resumen, en la instalación de bombas
nucleares en satélites ubicados en la órbita terrestre. Se suponía
que esas armas podrían destruir cualquier proyectil lanzado en
contra de territorio estadunidense o el de sus aliados. El creativo
proyecto fue bautizado por la prensa como “La Guerra de las
Galaxias”, en referencia a una película estrenada poco antes.
Pacifistas
y científicos hicieron escuchar su voz contra este despropósito: no
conformes las grandes potencias con llenar al planeta de bombas
nucleares, pretendían ahora llevar sus arsenales al espacio,
poniendo en peligro la vida del planeta en un nivel nunca visto. El
bloque comunista no tardaría en inventar nuevas armas que
contrarrestaran las instaladas en el espacio y la carrera no
terminaría con ventaja para ningún ser humano.
El
proyecto fue cancelado. Al mismo tiempo, en la mayoría de los países
comunistas de Europa Oriental y en la Unión Soviética misma surgían
movimientos populares que criticaban la falta de democracia en sus
respectivos países, que eran contrarios al enorme poder que
concentraban las burocracias comunistas.
La caída
del muro
Estas
movilizaciones tras la cortina de hierro, fueron apoyadas desde luego
por el bloque capitalista. Destacó como uno de los apoyadores el
Papa católico en ese momento, Juan Pablo II, de origen polaco, quien
en su país de origen apoyó la demanda de libertad de pensamiento
religioso, limitada arbitrariamente por los regímenes socialistas.
Precisamente
fue Polonia el primer país socialista en que un movimiento popular
que fue creciendo en diversos momentos a partir de 1980. Una serie de
huelgas en las principales instalaciones industriales polacas fueron
dirigidas por el obrero Lech Wallesa, al frente de una agrupación
laboral llamada Solidaridad (Solidarnosc), disidente de los
sindicatos comunistas, que eran controlados por el gobierno. Para
1989, el gobierno comunista tuvo que admitir la pluralidad sindical y
meses después la democratización de todas las instituciones
políticas. En esas primeras elecciones, los candidatos comunistas
perdieron 99 por ciento de los puestos elegidos.
En
la Unión Soviética, a partir de 1985, un nuevo líder socialista,
Mijail Gorbachov, propuso un programa de reformas políticas,
incluyendo la elección de un Congreso de los Diputados del Pueblo
con candidaturas múltiples. Para combatir la corrupción, Gorbachov
implantó una política de reestructuración (perestroika) y
transparencia (gladsnost). La propia Unión Soviética vivió tal
cambio que en 1991 modificó su Constitución y transformó la Unión
de 15 repúblicas en la organización de otras tantas países
independientes, y restauró la propiedad privada, y puso en venta sus
empresas estatales. El cambio implicó también el cambio de nombre y
la principal de las repúblicas que conformaron la URSS pasó a
llamarse nuevamente Rusia.
Los
partidos comunistas de Europa Oriental, ante esta situación, fueron
perdiendo el poder a lo largo de estos años en elecciones
democráticas y sobre la ola de enormes movilizaciones populares, de
intelectuales y de trabajadores. Checoslovaquia, Rumanía, Hungría,
Bulgaria, vieron también surgir nuevos gobiernos, con una
orientación política y económica proclive al capitalismo y que
fueron cambiando sus leyes para restablecer el triunfo de la
propiedad privada. Yugoslavia vivió este proceso de manera violenta,
con la partición de su territorio en
Esos
cambios se expresaron simbólicamente con la reunificación de las
dos Alemanias, bajo el régimen capitalista, y la caída del muro de
Berlín en junio de 1989. La caída de este muro representó el fin
de la Guerra Fría, con el triunfo del bloque capitalista.
La Globalización
Al
tiempo que su enemigo se desmoronaba, en los países capitalistas se
fortalecía el poder económico y la ideología que propone que la
libertad individual, sin restricciones, es el mejor camino para
lograr la felicidad de la humanidad.
Basada
en esta idea liberal, esta ideología es conocida como neoliberal.
En
el terreno económico, el neoliberalismo entiende que lo mejor es
dejar que las fuerzas del mercado, la oferta y la demanda, decidan el
destino de las personas y los países, es decir, que los Estados
eliminen su intervención en los procesos económicos y en primer
lugar vendan sus empresas nacionalizadas, por supuesto a quien pueda
comprarlas.
Eficaces
como son los capitalistas, no formulan estos planteamientos como un
llamado a misa. Utilizaron recursos para lograr imponer estas medidas
a través de sus organismos financieros como el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas instituciones pusieron sus
condiciones para apoyar con recursos (en calidad de préstamos) y
así, gobiernos como el de México, se impuso como ideal la venta de
las empresas estatales y la reducción de toda clase de prestaciones
económicas a los trabajadores. El fin de los ideales que habían
surgido en décadas en que el socialismo era visto como un proyecto
para mejorar las condiciones de la humanidad.
México,
por ejemplo, adoptó a partir de 1988 estas medidas y vendió más de
mil empresas estatales. El presidente de entonces era Carlos Salinas
de Gortari, quien inició también negociaciones para firmar un
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que compromete
a Canadá, Estados Unidos y México, para el libre tránsito de
mercancías entre esos países, es decir, sin las restricciones de
aduanas que hubo anteriormente. El TLC fue firmado en 1994.
Sin
la presencia de un bloque socialista que haga contrapeso, el sistema
capitalista se ha desarrollado desde entonces en todo el globo
terráqueo, sin límites ni competencias. Los países que conservan
gobiernos comunistas son apenas unos cuantos y sobreviven con enormes
dificultades, excepto China, que ha combinado el manejo planificado
de la economía a partir del control estatal, con la inversión
extranjera que acude a aprovechar el bajo costo de su mano de obra.
Las
medidas globalizadoras continúan en el presente, con la decisión de
eliminar totalmente las empresas estatales que quedan (en México las
que dan servicio de energía eléctrica y el petróleo), y de
eliminar las prestaciones sociales de los trabajadores.
Uno
de los resultados más evidentes de este proceso, a más de 20 años
de instaurado, son el aumento de la pobreza para la mayoría de la
población del mundo, al tiempo que la riqueza, que también aumenta,
se concentra cada vez en menos manos.
Por
otra parte, la mayoría de la población es sometida a manipulaciones
en favor del consumo constante de productos de todo tipo, como meta
principal en la vida, buscando en ese materialismo la felicidad
inalcanzada. El neoliberalismo no habla de igualdad como una meta a
alcanzar.
En
este nivel ideológico, el comunismo aparece como una ideología
rebasada por la Historia, pues es evidente que los seres humanos no
admitimos ya que se nos escatimen libertades.
Entre
filósofos y otros científicos sociales, entre jóvenes de todo el
mundo, surgen ideas que, destacando la libertad individual, no
solamente se oponen a la unificación de un mercado mundial, sino que
plantean la búsqueda de nuevos proyectos de vida, rescatando las
culturas particulares y la espiritualidad humana, donde la idea de
igualdad no ha sido eliminada.
1 comentario:
Hola, Clara. He estado tratando de contactarme con usted. Tengo una pequeña, pero latente, dosis de esperanza en que este comentario entre directo a la bandeja de entrada de su correo personal. Mi correo es pnieto@letraslibres.com. Me interesa mucho su libro 'El Imparcial, primer diario moderno de México'. Ojalá pueda ver este mensaje pronto. Un abrazo,
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